Desde Madrid habíamos comprado los pases para usar el teleférico que sube al Teide. La fecha era el 21 de Octubre, pero dos días antes ya nos avisaron de que debido al mal tiempo el servicio estaría cancelado. Demasiado viento, demasiadas nubes, amenaza de lluvia. Ese era el pronóstico en toda la isla para ese día. Y el sur no iba a ser menos. De nuevo amaneció cubierto y lloviznando, de modo que decidimos que sería día de turismo, con subida o no a la montaña más alta de España. Pensamos empezar por una visita a La Orotava, en el norte de la isla,uno de los pueblos más bonitos que ver en Tenerife. Al preguntar en el hotel el mejor modo de llegar todo coincidieron en que a pesar de ser más largo, el mejor camino era por la autopista hasta el Puerto de la Cruz y allí desviarnos. Y así lo hicimos pasando de nuevo por la carretera que dos días antes nos había llevado a San Cristóbal de la Laguna.
Según íbamos llegando a nuestro destino, el cielo se iba tornando menos nuboso y haciendo más calor. Cuando por fin llegamos a La Orotava y bajamos del coche notamos muchísima humedad, un calor tremendo y nos encontramos en una ciudad llena de turistas. Nuestro objetivo: las doce casas y sus balcones. Primero pasamos por la plaza del Ayuntamiento en la que cada Corpus hacen esas preciosas alfombras de flores y por algunos cuidados jardines donde vimos algunos dragos, flores tropicales y vistas de la ciudad.
Continuamos nuestro paseo hacia las más famosas casas de La Orotava: la casa Lercaro, la casa del Turista y la casa de los Balcones. La primera de ellas permite ver casi toda la casa por dentro ya que abajo hay cafeterías y arriba una tienda de decoración. Las otras dos son básicamente tiendas de artesanía que también se pueden visitar por dentro y contemplar la estructura de estas casas. En la casa de los Balcones además hay un museo al que se puede acceder por 2 euros. No me gustó en esta casa la cantidad de máquinas que hay, la primera para cambiar billetes a monedas que se podrán usar para entrar a los baños o al museo. Es un lugar precioso que con esos detalles pierde un poquito de encanto. Pero es así, al final se trata de un negocio, una tienda que abre sus puertas con la esperanza de que un cierto número de visitantes termine comprando algo de la artesanía de mayor o menor calidad que tienen a la venta.De regreso al coche hacía ya tanto calor que no pudimos evitar parar cerca del ayuntamiento de La Orotava a comprar unos helados que nos supieron a gloria. Y nos pusieron a tono para seguir camino hacia el Teide.
El paisaje según se va subiendo por la carretera es realmente bello. Al fondo el azul del océano y las casas de La Orotova y Puerto de la Cruz cada vez más pequeñas. Los árboles que cada vez son más altos y los bosques más frondosos. La temperatura iba bajando poco a poco dándonos la opción de bajar las ventanillas y respirar el olor de la montaña.
Entramos en el Parque Nacional del Teide, otro lugar Patrimonio de la Humanidad. Enseguida vemos indicaciones de la oficina de información de el Portillo, donde paramos para que nos den un plano e información del lugar. Al llegar allí la temperatura había bajado a 13º…. y hacía mucho aire. Tocaba abrigarse sí o sí aunque vimos a gente en bermudas y manga corta. Y es que hay gente muy recia, jejeje.
Con nuestro plano en la mano y montados en nuestro coche empezamos a recorrer la carretera parando en cada uno de los miradores que se indicaban y fuera de los cuales es imposible parar. Pensamos en algún caso hacer alguna de las pequeñas rutas marcadas, pero hacía tanto aire que hacerlo no hubiera sido ningún placer así que decidimos dejar la idea y conformarnos con lo que podíamos ver desde cada lugar en el que estaba permitido parar.
Nos llamó mucho la atención el color de la piedra, esos contrastes entre el dorado, el rojizo e incluso el verde, algo que parecía más de Saturno que de la Tierra (cómo si yo hubiera estado en otros planetas….). Impresionante nos pareció el recorrido a través de los restos de lava solidificada convertida en piedra negra que llegaba hasta donde nuestra vista alcanzaba. Y nos encantó ver los Roques de García de cerca, el lugar seguramente más fotografiado del parque.
Una pena que el día no diera para más, pero hasta donde se podía los disfrutamos y nos encantó estar allí para verlo, vivirlo… y poder contarlo.