La primera de las ciudades antiguas que visitamos en nuestro viaje a Sri Lanka fue Mihintale. Los cingaleses cuentan que fue en este lugar en el que monje budista Mahinda y el rey Devanampiyatissa se encontraron, reunión que dio lugar a la presencia del budismo en la antigua Ceilán.
Índice del artículo
Rumbo a Mihintale
Nuestra visita Mihintale la hicimos el mismo día de nuestra llegada al país. Eran la seis de la mañana cuando aterrizamos en el aeropuerto de Negombo, una ciudad unos kilómetros al norte de Colombo. Control de pasaportes, recoger el equipaje, cambiar dinero y atravesar un largo pasillo lleno de tiendas de electrodomésticos (si, dentro del aeropuerto) fue todo lo que tuvimos que hacer antes de abandonar el aeropuerto una cálida mañana de marzo.
Habíamos contratado los servicios de un coche con conductor desde Madrid (cuyos datos no os daré porque el trato recibido dejó mucho que desear, así cómo las distintas veces en las que nos intentaron engañar) y con él pusimos rumbo a Anuradhapura. Allí nos alojaríamos un par de noches para conocer esa localidad y también Mihintale.
Las carreteras por las que circulamos estaban en un estado magnífico, muy nuevas, como si acabaran de terminarlas e incluso de pintar cada una de las lineas que delimitan carriles y andenes. A pesar de ello y de que hay poco tráfico (según nosotros, porque el conductor aseguraba que había muchos coches a esa hora, pero doy fe de que eran entre pocos y muy pocos), conducen como locos.
Como en otros países de Asia en las carreteras impera la ley del más fuerte: la moto tiene prioridad sobre la bici, el tuk tuk sobre la moto, el coche sobre el tuk tuk… y así en una larga cadena en la que cada cual adelanta como y cuando quiere o le dejan.
Durante cinco horas a través de las ventanillas del coche de ese paisaje verde con cocoteros, buganvillas y adelfas. Otra cosa que nos llamó la atención fue como de unas zonas a otras cambiaba el tipo de templos que podíamos ver. El país es mayoritariamente budista, pero también hay población hindú, musulmana o cristiana.
En la primera parte del viaje, en la zona más cercana a la capital del país, lo que más vimos fueron iglesias y pequeños templetes junto a la carretera en el interior de los cuales había vírgenes o figuras de Jesús. Poco a poco esto fue cambiando, y aunque en todas partes parece haber una pequeña mezquita o una iglesia, el número de templos budistas fue aumentando de forma considerable según nos acercábamos a la zona central de Sri Lanka.
Por fin llegamos a nuestro destino, el The Sanctuary At Tissawewa, nuestro hotel para las primeras noches en el hotel. Una ducha, comer algo ligero y en marcha. Llegaba el momento de comenzar a descubrir los lugares que teníamos en ruta, y el primero de ello iba a ser Mihintale.
Qué ver en Mihintale
Nosotros fuimos hasta Mihintale en coche. A pocos metros de la entrada al recinto de la antigua ciudad hay un parking rodeados de jardines y árboles. Un camino rodeado de puestos de bebidas y recuerdos lleva hasta la entrada. Me resultaron poco atractivos, la verdad, pero recordad comprar agua fresca si no la lleváis ya con vosotros. Las temperaturas en la región de las capitales culturales de Sri Lanka son muy altas, algo que si sumamos a las humedad convierten el calor algunas veces en insoportable.
Al final de ese camino alcanzamos lo que era el inicio de la visita a Mihintale: la escalera que nos llevaría a lo alto de la montaña donde se encuentra el lugar en el que el budismo llegó a Sri Lanka en el año 247 de nuestra era. Durante el primer tramo de la subida pudimos llevar puestos los zapatos, así que escalón tras escalón fuimos subiendo disfrutando de la sombra, las flores, las ardillas y asustándonos a veces ante la presencia de enormes lagartos.
Durante la visita hay que recordar que Mihintale no es solamente un lugar turístico. También es un destino de peregrinaje para los budistas. Por ello habrá que descalzarse y ser respetuoso antes los peregrinos que están haciendo sus ofrendas, los monjes o aquellos que pueden estar orando. Algo que convierte a este lugar en uno de los más agradables que conocer al viajar a Sri Lanka.
Kantaka Chetiya
Tras los primeros 100 escalones encontramos un camino a la derecha. Allí encontramos una dagoba en ruinas, la Kantaka Chetiya. Es una de las más antiguas que ver en Mihintale y los cuatro puntos cardinales tiene pequeño altares de piedra. Originalmente esta dagoba tenía unos 30 metros de altura. Pero el paso de los siglos la ha ido robando altura y ahora apenas alcanza los 12 metros.
Merece la pena rodear la esta dagoba de Mihintale en busca de las distintas figuras que la decoran. Se pueden ver elefantes y gansos prestando un poco de atención.
Refectorio y la Casa de Reliquia
Al final del primero de los tramos de escaleras que hay ir subiendo para ver todos los lugares de Mihintale encontramos el lugar en el que había que pagar la entrada. Tras ese punto, una amplia explanada en el que pudimos ver el refectorio de lo que fue un monasterio. Hay unos canales de piedra en los cuales los fieles dejaban el arroz para los monjes. También ese refectorio es donde los monjes daban de comer a los peregrinos.
Muy cerca hay una plataforma elevada conocida como la Casa de las Reliquia. En ella se pueden ver losas de piedra con inscripciones que explican cuales eran las normas de conducta de quienes la custodiaban. Entre otras cosas indican que nada de los que pertenece a la Casa de la Reliquia puede ver prestado ni vendido. En estas losas también están redactadas la reglas que deben seguir los monjes e incluso los sirvientes.
Naga Pokuna
Continuando el ascenso dejamos de nuevo las escaleras para conocer otro lugar de Mihintale. Naga Pokuna, el estanque de la serpiente, llamado así llamado así por una cobra de cinco cabezas tallada en bajo relieve en la roca del estanque. Parece ser que su cola llega hasta el fondo de la piscina. Desde allí las vistas son excepcionales y la tranquilidad un regalo. Yo estuve un rato disfrutando del lugar e intentando hacer alguna foto a las muchas mariposas que volaban por allí.
Dagoba Ambasthale
Subimos más y más escaleras hasta que llegamos a un lugar donde ya teníamos que dejar nuestro calzado. Lo siguiente que íbamos a conocer en Mihintale era el lugar del nacimiento del budismo en este país. Unas cuantas escaleras (por las que casi subimos corriendo, quemaban lo que no está escrito) más arriba alcanzamos una amplia y preciosa explanada en cuyo centro vimos la Dagoba Ambasthale, la cual marca el lugar donde según la tradición se encontraron Mahinda y el rey Devanampiyatissa, acogiendo este último el budismo como religión en Sri Lanka.
La Dagoba Ambasthale no es una gran estructura. Al contrario, yo diría que es la más pequeña de las pagodas que ver en Sri Lanka. Rodeada de columnas, a sus pies se puede ver una estatua del rey con vestimenta tradicional. Se supone que la ubicación de esta estatua marca el lugar donde el rey Devanampiyatissa conoció a Mahinda. Como curiosidad decir que el nombre de este dagoba, Ambasthale, significa ‘Mango Tree’.
Aradhana Gala, el mirador de Mihintale
Caminando bajo las palmeras y siempre descalzos, llegamos a la base de Aradhana Gala. Es el punto más alto de Mihintale y ya os digo que es ascenso no es sencillo. Nosotros tuvimos suerte y apenas había gente durante nuestra visita, al final del día. Hay quienes cuentan que puede llegar a haber tantos peregrinos que la subida puede ser pesada.
El camino sobre la roca está marcado por una barandilla que sirve no solamente como indispensable elemento de seguridad. También como ayuda para continuar subiendo en algunos tramos. Eso sí, la roca abrasa y lo único que quieres es encontrar un lugar en el que poner los pies sin quemarte.
Merece y mucho la pena llegar a lo más alto. Las vistas desde allí son espectaculares. Tienes Sri Lanka a tus pies, como si una alfombra verde se tratara, por un lado, y por otro, la Dagoba Ambasthale y el gran Buda.
Estatua de Buda en Mihintale
Al otro lado de la Dagoba Ambasthale hay una escalera que sube hasta la base de una gran escultura blanca de Buda. Parece ser el lugar preferido por los monos para comer, descansar o despiojarse. Siempre hay que tener cuidado con estos animales, a nosotros alguno ya nos ha dado un susto, aunque por suerte nada más que eso.
La base de la estructura sobre la que se encuentra la estatua ofrece una de las vistas más bonitas de Mihintale, sobre todo al atardecer cuando el sol se encuentra detrás del Buda y tiñe todo de dorado. Es un buen lugar en el que sentarse a descansar si las escaleras están libres de la caca de los monos y no queman demasiado.
Dagoba Mahaseya
El último lugar al que subimos en nuestra visita a Mihintale fue a la colina sobre la que se encuentra la Dagoba Mahaseya, construida al parecer para guardar las reliquias de Mahinda. Es la dagoba más grande del lugar y desde su base la vista alcanza hasta Anuradhapura. Muy cerca de esta enorme pagoda de color blanco se encuentra otra de ladrillo, mucho más pequeña y que se cuenta entre las más antiguas de Sri Lanka.
Entradas a Mihintale
Es la única de las entradas que pagamos en Sri Lanka que tenía un precio razonable: 500 rupias. Porque desde aquí os digo que si tenéis intención de visitar todas las capitales culturales del país, desde Sigiriya a Polonnaruwa o Anuradhapura, sepáis que supone un buen pico en el presupuesto de viaje a Sri Lanka.
Los zapatos hay que dejarlos un poco más arriba del punto en el que se compra la entrada. Vimos como los cingaleses dejaban los suyos en cualquier lugar de esa zona. Yo hubiera hecho lo mismo, pero Arturo se quedaba más tranquilo dejándolos en los muebles preparados para ello, lugar que ninguna de los peregrinos que pasaban por allí se planteaba utilizar. ¿La condición? Tener que dejar unas rupias a la persona que está allí “vigilando” todos esos zapatos.