Tras una noche de descanso en el riad donde nos alojamos en Fez, bajamos a desayunar y comentar el plan para recorrer la medina. Todo el mundo nos había insistido en que era una locura adentrarse sin un guía por esos callejones, que íbamos a terminar perdidas y sin llegar correctamente a ninguno de los lugares que había repartidos por aquellas calles que hacen creer al viajero que ha vuelto a la Edad Media. Aún así decidimos que con la información que teníamos en nuestro poder y un par de planos seríamos capaces de disfrutar de un día solas por la medina de Fez, la más laberíntica de Marruecos.
Salimos animosas y felices rumbo al primero lugar desde el que habíamos acordado comenzar el recorrido y en menos de diez minutos desde la puerta del riad estábamos ante la Puerta Bab Boy Jeloud, la más importante de las que dan acceso a la medina de Fez. Uno de sus lados está decorado con azulejos verdes, el otro, azules y por su arco central se puede ver el minarete de la medersa Bou Inania.
Muy cerca de la puerta hay una zona de mercado en el que pudimos ver puestos de verduras y frutas, mujeres cubiertas con el velo haciendo la compra y descubrir que quienes atienden los puestos de comida en esta ciudad marroquí son los hombres. También acá y allá algún café o puestos de comida lista para comer. Motos, bicicletas y burros cruzaban arriba y abajo la calle mientras nosotras nos parábamos a oler la menta o las naranjas que vendían en alguno de aquellos sencillos puestos protegidos del sol por una sencilla lona.
Comenzamos a bajar en la dirección que el plano nos indicaba con dirección a la madrasa o medersa cuyo minarete habíamos visto desde la puerta y por el camino pasamos por puestos de babuchas de vivos colores para todos los gustos; con bordados dorados, con adornos discretos, de punta o redondas…. Un poco más allá pasamos por una zona cubierta del mercado donde esta vez vimos que se vendía carne: cordero, pollo… y hasta camello.
No tardamos muchos en llegar a la medersa. Se puede visitar su interior y sin duda merece la pena entrar para ver su patio, su decoración de azulejos y el trabajo de estuco, es uno de los lugares más bonitos de esa zona de la medina de Fez. Una de las cosas que más nos llamó la atención fue la gran puerta de madera de cedro por la que se accede a la que fue una de las más importantes escuelas a las que los hombres de Fez acudían a estudiar el Corán.
Hasta este punto podemos decir que fue la parte sencilla del recorrido por la medina de Fez, habíamos llegado a nuestro segundo punto marcado en el plano sin problema, y eso nos animó a seguir así. El siguiente lugar al que nos íbamos a dirigir era el museo Nejjarine de Artesanía de la madera. Para llegar hasta nos fuimos adentrando cada vez más en la calles y callejones de este lugar de aspecto medieval pero siempre con la precaución de fijarnos en algún detalle si abandonábamos la ruta principal para de ese modo poder regresar a las calles principales con cierta facilidad. Esas calles estaban llenas de tiendas con telas y alfombras de colores, instrumentos musicales, cuadros, muebles o flores secas. Nos apetecía para a cada momentos a curiosear y sacar algunas fotos.
Sin embargo, las calles estrechas que se cruzaban con estas principales llevan al visitante a un laberinto en el que todo parece igual y en el que tener cuidado para ser capaz de regresar siempre sobre los propios pasos. Es complicado encontrar allí algún punto de referencia, pues no hay tiendas ni nada que distinga un rincón de otro. Aún así, esa prueba la fuimos superando con nota y siendo capaces siempre de continuar por el camino correcto recorriendo la peculiar medina de Fez.
Llegamos al museo que buscábamos. Otra prueba superada en nuestro paseo por la medina de Fez. Entramos después de pagar la entrada que si no recuerdo mal apenas fueron 2 euros. El edificio nos pareció muy bonito una vez más por su trabajo en yeso y por los trabajos en madera. Apenas tardamos en hacer la visita, y al final subimos a la terraza desde la que habíamos leído que había unas buenas vistas de la ciudad aunque no tan buenas como las que obtuvimos desde una tienda a cuya terraza nos invitaron a subir. Al principio nos mostramos un poco reticentes, pero finalmente nos animamos y fuimos escaleras arriba. El regalo fue poder ver desde lo alto la más importante de las ciudades de la ciudad, la de Al Karaouine.
Sabíamos que el acceso a la mezquita estaba prohibido a los no musulmanes por lo que esta vista sin duda fue un regalo. Aún así, pusimos rumbo a la entrada con la ilusión de poder curiosear algo del interior desde sus puertas. Llegamos hasta allí y con discreción miramos hasta donde la vista alcanzaba a través de las puertas abiertas. Incluso algunas mujeres sonrieron abiertamente a mi cámara hasta que una más gruñona nos regañó a sus paisanas y a nosotras….
Nos acercábamos a uno de los lugares más famosos de la median de Fez y de la ciudad, su curtiduría. Alcanzamos una plaza y desde allí una calle nos llevó hasta una puerta en un muro. Tras atravesarla nos encontramos con un montón de tiendas de artículos de piel, entrando en una de las cuales tuvimos la posibilidad de ver desde lo alto los pozos donde se curten y tiñen las pieles. Por suerte alguien nos dio unas hojas de menta para ponernos bajo la nariz… porque el olor era de lo peor que he olido en mi vida. Un aroma denso nos envolvía por completo, hasta tal punto que mis amigas no tardaron mucho en decirme que se iban, que me esperaban en la plaza por la que habíamos pasado si yo quería quedarme a hacer algunas fotos. Y yo, haciendo de tripas corazón, allí me quedé….
Después de recorrer las tiendas sobre los curtidores regresé a por mis amigas y me senté un rato a tomar algo. Miramos el plano y vimos que iba todo viento en popa, habíamos llegado a todos los lugares marcados en el mapa sin ningún problema. A continuación nos tocaba volver a adentrarnos en las calles de la medina de Fez para encontrar otra de las medersas, la Attarine. Al igual que en la que habíamos visitado esa mañana tuvimos que pagar un pequeña entrada, y una vez dentro estuvimos completamente solas en uno de los lugares más bellos sin duda de la ciudad. La que fue una de las principales escuelas coránicas de la ciudad tiene sus estancias en torno a un precioso patio en cuyo centro hay una fuente de mármol. Sus paredes están decoradas con estucos, maderas talladas y textos del Corán.
Abandonamos la medersa para seguir callejeando ya sin ningún destino concreto. Pasamos de nuevo por calles en las que vendían comida, otras en las que se podían comprar babuchas de todos los tamaños y colores…. Parábamos acá y allá, curioseando todo lo que nos llamaba la atención. Íbamos bastante relajadas y disfrutando de todo hasta que un hombre se acercó a una de mis amigas con intenciones poco decentes… empezó a insinuarse cada vez con más insistencia hasta que mi otra amiga y yo tuvimos que intervenir para quitarnos al moscón de encima, y la verdad que nos amargó bastante lo que hasta entonces había sido un día redondo.
Superado el mal rato volvimos a mirar nuestro plano para empezar el camino hacia la zona de la Puerta Bab Boy Jeloud. Estábamos cansadas después de horas caminando y nos habíamos ganado un descanso. Y estando en Fez que mejor que un buen té a la menta para celebrar que habíamos conseguido lo que todos dijeron que no seríamos capaces de hacer: recorrer solas la laberíntica medina de la ciudad marroquí.
2 comentarios
Menudos recuerdos me hs traído de Fez!! Dos han sido las veces que he pisado esta inmensa medina, una con una guía local que nos relató y descubrió los secretos de ella, cómo están configurados los diferentes barrios, etc, etc.
La otra, junto a Carmelo y tuve un ataque de claustrofobia tremendo, que acabó al subir a lo alto de un restaurante, cuando ya pensaba que me daba un algo 😉
de una manera o de otra, simpre fascinante Fez.
Un slaudo viajera,
Eva
Entiendo lo del ataque que dices. Fez puede resultar tan atractiva como agobiante. Un abrazo Eva.