12 de marzo – Sigiriya
Comienza otro día y estoy deseando ir a desayunar al comedor del hotel y poder disfrutar de las vistas de las rocas de Sigiriya y Pirudangala, pero el día amanece ligeramente plomizo e incluso se anuncia lluvia en algún momento, así que me tengo que conformar con verlas aunque no sea con la nitidez y el cielo azul que me hubieran gustado. Como el desayuno es buffet probamos un montón de cosas y llevamos a la mesa zumos, fruta, huevos, embutido, queso (me moría por un poco de queso), cereales… vamos, lo que se dice un desayuno completo.
Con la tripa llena salimos a buscar al que hasta ese momento habíamos pensado que era Chami, pero habíamos decidido no contar nada hasta tener respuesta al mail que había mandado y ver a que se debía el cambio de conductor sin avisar. Así que con normalidad dimos los buenos días al montar en el coche en el que el conductor sin nombre desde ese momento estaba metido hablando por teléfono e ignorando nuestra presencia. En fin….
Todo el mundo parece recomendar que la visita a la roca se haga temprano, así que a las ocho pusimos rumbo a Sigiriya, y tras dejar el coche en un parking el conductor nos explicó que luego nos iba a esperar en otro en un lateral del recinto, cosa que entendimos a la primera pero el parecía empeñado en tener que explicarlo sobre el terreno, de modo que nos acompañó a por la entradas y cuando le dijimos que íbamos a ver el museo no dijo que no merecía la pena. Evidentemente le respondimos que nosotros nos quedábamos allí y que la veríamos al terminar la visita de la roca. Se fue con cara de pocos amigos, pero nos daba exactamente lo mismo.
Visitamos el pequeño museo donde lo más interesante fue poder ver una gran maqueta del lugar, con todos los detalles de los jardines, la roca y los alrededores. Una chulada por la que desde luego merece la pena entrar a ese lugar.
A continuación emprendimos camino a la entrada a la zona de lo que fue palacio o monasterio, entregamos nuestras entradas y accedimos a la primera parte de la visita que son los jardines. Está todo muy cuidado, desde el cesped a los árboles o los restos. Daba la sensación de que esa misma mañana alguien hubiera barrido y rastrillado todo. A lo lejos pudimos ver algún grupo de personas trabajando en labores de reconstrucción.
Yo se que nosotros somos lentos y pesados, que paramos mil veces y nos acercamos a curiosear por todas partes, pero es que durante el tiempo que tardamos en llegar desde la entrada a la base de la roca de Sigiriya vimos como entraban grupos de personas más o menos grandes y que todos nos iban adelantando mientras nosotros hacíamos alguna foto o parábamos a leer en la guía que era lo que estábamos viendo.
Recorrimos todos los jardines, primero los acuáticos, luego los rocosos, más cercanos a la gran roca y más tarde las terrazas ajardinadas. Buscamos y encontramos la cueva del capuchón de la cobra. Vimos varias construcciones incluida lo que parecía una sala de audiencias. Nos empapamos de imágenes de la parte baja de la roca antes de comenzar el ascenso.
Cuando íbamos a subir de repente vimos que había muchísima gente haciendo cola en la escalera para acceder a la roca. Yo había visto durante nuestro paseo un escalera un poco a la derecha, de piedra, en la que no había nadie y le dije a Arturo que iba a probar a subir, pues me daba la sensación que llegaba al mismo lugar que la otra y no ahorraríamos un buen rato de espera. Así que probamos… y acertamos. Gracias a ese pequeño descubrimiento conseguimos acceder al pasillo que llevaba a las Damas de Sigiriya por delante de al menos 100 personas que esperaban en la otra escalera.
Se acercaba uno de los momentos que más ansiaba en el viaje: ver de cerca esas mujeres pintadas en la roca. Para llegar al lugar donde están hay que subir por un escalera metálica de caracol antes de la cual hay que entregar el ticket de acceso del que cortarán el trozo correspondiente. Subimos las escaleras….y allí estaban todas ellas, voluptuosas y enigmáticas, muchas más bellas de lo que nadie pueda imaginar al verlas en una foto o un documental.
Arturo y yo íbamos de acá para allá contemplando a esas mujeres mientras veíamos como la mayoría de la gente llegaba hasta allí hacía dos fotos y se marchaba sin curiosear al fondo de un pasillo donde otras damas esperaban también ser observadas. Mejor para nosotros, estaba claro, los visitantes nos estaban regalando espacio, algo tan difícil de conseguir a veces cuando se viaja.
Después de un ratito y un puñado de fotos nos acercamos a la otra escalera de caracol por la que teníamos que bajar para continuar la visita hacia el corredor del espejo, un pasillo junto a la roca en el que se dice que el rey (si es que esto realmente fue un palacio) mandó construir un muro con un pared tan pulida que pudiera verse reflejado al pasear por allí. El habernos entretenido más de la cuenta con las Damas nos ofrece la recompensa de poder recorrer el corredor del espejo solos y comprobar en la zona más pulida que efectivamente uno de refleja (aunque no como en un espejo). Justo en ese momento empieza a llover débilmente y aceleramos el paso para continuar la subida hacia otro de los lugares más conocidos de la roca: las garras del león.
Cuanto llegamos allí nos encontramos con un montón de gente: turistas, colegios, monjes… parece que fuera el lugar de quedada oficial en Sigiriya. Hay tantas personas que resulta complicado sacar una foto y además como lleve aprovechamos para descansar un rato bajo un árbol mientras contemplamos entretenidos como van y vienen los montones de colegiales que hay por la explanada en la que nos encontramos.
Pasados unos minutos las nubes dejaron paso al sol sobre Sigiriya a la vez que la gente pareció desaparecer de la zona de las garras del león dejando espacio para hacernos alguna foto. Y luego, a seguir subiendo escaleras en una zona en la que cada vez soplaba más el viento de forma constante hasta que llegamos a la parte más alta de la roca. Arriba encontramos un gran espacio con construcciones de ladrillo que en su momento debieron ser o bien un monasterio o un palacio, de momento no está claro la función del lugar. Comenzamos a pasear y de nuevo comenzó a lloviznar, de modo que terminamos bajo uno de los pocos árboles que hay arriba junto a otros 6 turistas y es que no cabía ni uno más. Desde ese lugar pudimos contemplar desde lo alto de la roca de Sigiriya los jardines por los que hacia unas horas habíamos pasado y al girarnos las ruinas que habíamos subido a ver. En ese momento tuve una sensación de que aquello me recordaba a otro lugar, y enseguida supe a cual: Machu Picchu. Cierto que faltaban las montañas peruanas, pero la forma del lugar, las ruinas y la disposición me parecieron similares. Alguno estará pensando que estoy loca, pero yo os cuento lo que yo vivo y siento…
Subimos y bajamos todas las escaleras que nos fueron llevando a cada rincón del recinto arqueológico antes de emprender de nuevo la bajada hacia las garras del león y luego directos hacia los jardines para dejar Sigiriya. Habíamos pasado un buen número de horas allí arriba, según todas las recomendaciones lo mejor es ir temprano, pero después de haber llegado a una buena hora para evitar el calor nosotros comentamos que seguramente calor hubiéramos pasado en cualquier momento, pero al menos hubiera habido menos gente pululando por cada lugar de la roca.
Para ir al coche tuvimos que ir a un parking distinto al que vimos por la mañana, y para acceder al él hay que atravesar un recinto con algunas tiendas en general poco o nada atractivas, pero al menos en algunas venden agua y algunos refrescos que no vienen nada mal después del calor que habíamos pasado en algunos momentos de la visita a Sigiriya.
Cuando miramos la hora vemos que se ha hecho más tarde de lo que habíamos pensado, así que en lugar de ir al hotel a descansar un rato le decimos al conductor que preferimos ir a Minneriya. Nos da el ok y vamos hasta Habarana, el lugar en el que contrataremos el jeep para el safari. Bajamos en una agencia (realmente una cabaña con una mesa de oficina y algunas fotos de elefantes) y contamos que queremos ir a Minneriya. Para nuestra sorpresa nos dice que no es buena idea porque los elefantes no están en Minneriya ya que es época de lluvia y se mueven hasta Hurulo Echo Park. A mi me suena raro, cierto es que había leído que marzo no es la mejor época para visitar el parque nacional que yo tenía en mente… pero es que del que me hablaba no sabía ni de su existencia. El dueño de la agencia me asegura que en Echo Park hay elefantes, pero que el me contrata el jeep para donde yo quiera. Finalmente damos ok a lo que propone, y pagamos el jeep para tres horas más las entradas. La verdad es que me pareció muy caro, nos cobró 10400 rupias cuando por seis horas en Yala íbamos a pagar 11500 rupias, y aunque intenté regatear no hubo forma. Más tarde me di cuenta que debía haber pagado solamente el jeep y comprar en el parque las entradas, pues según su información de los precios debí pagar 600 rupias de más (seguramente la comisión de nuestro encantador chofer).
Subimos al jeep y a poca distancia paramos para recoger las entradas al parque y dejar que un acompañante del parque subiera con nosotros en la parte trasera, y todos juntos seguimos hacia el parque. Justo al entrar empezó a llover muchísimo pero de esa forma calmada de cuando no hay aire y es un placer escuchar caer el agua. Tuvimos que dejar tapado el jeep y empezar a buscar elefantes bajo la lluvia. Enseguida tuvimos suerte y a poca distancia de nosotros distinguimos entre la maleta un grupo de paquidermos formado por machos, hembras y algún bebé.
Pasamos muchos minutos contemplando a los elefantes y escuchando sus sonidos mezclados con el de la lluvia. No estaban tan cerca como me hubiera gustado, así que tocaba seguir buscando más animales a la vez que dejaba de llover y podíamos abrir la parte trasera del jeep para continuar el safari en pie disfrutando de unas vistas de 360º.
No muy lejos paramos de nuevo ante otros elefantes, solamente tres, pero mucho más cerca de nosotros.
Regresamos sobre nuestras rodadas para acercarnos a otra zona del parque donde vimos más elefantes pero esta vez dos hembras y una cría aunque demasiado ocultos entre la maleza. Por suerte no comenzó a llover por lo que pudimos ver y escuchar algunos pájaros.
Pasado el tiempo pagado regresamos a la carretera para volver a Habarana, y de camino vimos otros elefantes muy cerca de la calzada. Sin duda los elefantes estaban en Echo Park.
Aún quedaba un rato de luz, y yo tenía el capricho de bañarme en la piscina del hotel con vistas a Sigiriya, así que hacia allá nos fuimos y me di el gusto de nadar observando a lo lejos la roca que habíamos visitado esa mañana. Un placer que no se tiene todos los días.
Al regresar a la habitación comprobe el correo y vi que Chami me había escrito diciendo que no había venido a por nosotros porque estaba enfermo. Le dije que lo entendía pero no comprendía la razón por la que nadie me había avisado del cambio y el conductor no había sido capaz de explicar mi error cada vez que le llamaba Chami. Y le insté a vernos en el hotel de Kandy dos días después ya que quería pagarle a él y no al chofer.
Una ducha y ya siendo de noche salimos a buscar un tuk tuk para cenar en un restaurante que habíamos visto esa mañana, la verdad es que estaba lejos, pero nos apetecía salir del hotel y variar un poco. Enseguida encontramos transporte con el que acordamos que nos llevaba, nos espera y luego nos llevaba de regreso al hotel.
Cuando llegamos al restaurante, de nombre Acme, que pertenecía, como no, a un hotel, tan solo había una mesa ocupada por una familia francesa. Nos trajeron la carta y después de mucho pensar elegimos el plato especial de noodles para uno y de arroz para otro. Junto con un par de cervezas. Cuando llegaron los platos nos parecieron de lo más completos, y yo si me descuido no soy capaz de terminarlo.
De vuelta al hotel tenía respuesta de Chami: seguía enfermo y no podía ir a verme. Le volví a escribir para decirle que estaba dos días en Kandy, que podíamos vernos en cualquier momento durante ese tiempo. Y me fui a la cama pendiente de su respuesta. Pero mañana sería otro día y había llegado el momento de dormir.