15 de Octubr – Osaka
Amanece un día horrible tal y como anunciaban los pronósticos. Llueve muchísimo así que decidimos que puede ser el día perfecto para estar a cubierto. Después de un paseo por el mercado Nishiki nos vamos a la estación de Kioto para coger el tren a la cercana y moderna Osaka donde la intención es visitar el Acuario de la ciudad ya que el día no parece propicio para ninguna otra cosa.
El tren tarda apenas media hora en unir Kioto y nuestro destino, y una vez allí tenemos que coger el metro hasta la zona de Tampözan que es donde está el Acuario. Con el plano vemos que podemos ir en tren local hasta un punto y allí cambiar al metro de la ciduad, pero cuando bajamos en la estación en la que se supone hay que cambiar de linea de repenteno sabemos por donde seguir. Nos sentimos perdidos por primera vez desde que llegamos a Japón. Preguntamos y un señor nos indica un camino, pero de nuevo llegamos a un punto en el que no sabemos como seguir. Entonces se nos acerca una chica joven que no habla nada de inglés pero que está más que dispuesta a ayudarnos. La indicamos en la guía el nombre del Acuario en japonés y entonces ella y su familia (marido, hijo y seguramente suegros) emprenden camino por pasillos hasta que al cabo de un rato llegamos a la entrada del metro, nos ayudan con lo billetes y hasta que no nos ven subiendo por la escalera que lleva a al anden correcto no se marchan. Y es que solamente podemos tener más que buenas palabras para los japoneses, una gente muy especial cuya amabilidad es increíble.
Una vez en nuestro destino tenemos que salir del metro y caminar bajo una intensa lluvia durante unos cientos de metros. Por fin antes nosotros vemos el Acuario y nos dirigimos a la entrada esquivando charcos. Pagamos nuestra entrada (cara) y entramos al recinto. Dejamos todas nuestras cosas en una taquilla (de pago) y nos adentramos en el mundo de las profundidades marinas.
El espacio del acuario está dispuesto en torno a tanque gigante que el visitante va rodeando, y según bajas de nivel te encuentras con la fauna que habitaría cada zona de océano o del mar. Desde los mamíferos como las nutrias arriba, hasta extraños peces abisales en el nivel inferior.
En la zona donde están los delfines o las focas a ciertas horas los cuidadores entran en los tanques para darles de comer y se convierten en el centro de atención de todos los visitantes, aunque seas mayor te sientes como un niño viendo como los animales juegan con las personas que les están dando de comer, hay un complicidad entre ellos increíble.
Un poco más adelante entramos en al Ártico y nos encontramos con los pingüinos, los más pequeño muy inquietos entrando y saliendo del agua. Pero ahí estaba el imponente pingüino rey, elegante e indiferente a todo lo que pasaba a su alrededor. Nada que ver con el resto de pingüinos que yo había visto hasta ese momento.
En el gran tanque central mientras se va bajando puedes disfrutar de tiburones y mantas nadando a su antojo ajenos a los boquiabiertos visitantes. La verdad es que es increíble tenerlos tan cerca. En las enormes peceras que hay alrededor de la rampa se ven desde peces tropicales a enormes y horribles cangrejos que parecen prehistóricos.
Ya hacia el final de la visita hay una gran sala muy oscura llena de pequeños tanques con medusas. Decenas de tipos diferentes, tanto en la forma como en el color.
Y una de las cosas más divertidas para el visitante es la piscina que hay justo antes del final de la visita, donde si previamente te lavas las manos puedes tocar pequeños tiburones y rayas que nadan en ella. Una delicia para niños… y grandes.
Hemos pasado horas en el Acuario de Osaka, hemos perdido casi la noción del tiempo, tanto que cuando salimos ha oscurecido y sigue lloviendo más aún que por la mañana. Por supuesto la idea de visitar el castillo queda descartada por el tiempo y por la hora, así que volvemos al metro para ir a cenar a la zona de Dötombori, donde además tenemos claro que iremos a un sitio que se llama Chibö para volver a comer okonomiyami.
Mientras intentamos hacer una foto de las luces de neón de Osaka, se nos acerca un grupo de estudiantes cargados con paragüas y gran cámara y me dicen que me quieren entrevistar. Hace un tiempo terrible, lluvia y mucho aire. Pero ellos están dispuestos a grabar su entrevista sea como sea. De modo que no me puedo negar y respondo a sus preguntas (una chica las hace en japonés y otra las traduce al inglés…) y consigo que se vayan encantados sabiendo que lo que más me gusta de Japón son ellos, los japoneses.
Después de cenar, intentamos pasear un poco por Osaka, pero es imposible con tanta lluvia y tanto charco. Lo mejor es volver al metro y regresar a Kioto. Es un viaje rápido.
Contar que cuando llegamos al hotel y pusimos la tele fue cuando nos enteramos que ese día había pasado sobre nosotros un tifón… y no lo supimos hasta que nos estuvimos tranquilos de vuelta en el hotel. Suponemos que no debió ser muy fuerte y que lo peor sin duda fue la lluvia que hubo durante todo el día.