17 de Octubre – Nara
Es el último día que vamos a poder dedicar por completo a visitar algún lugar, y el sol nos regala un cielo azul propicio para salir de excursión. Así que cámara al cuello y guía bajo el brazo regresamos a la estación de Kioto porque nos vamos a Nara, la que en su momento fue la primera capital permanente de Japón.
Tenemos que subir a un tren local y tardamos una hora en llegar a nuestro destino. Una vez en la calle tan solo hay que caminar por la avenida comercial Senjö-dori entre tiendas de antigüedades y recuerdos para llegar a un templo que cuando se fundó llegó a tener más de 150 edificios, pero debido a incendios la mayoría han desaparecido quedando ahora apenas una docena de ellos. Me encantaron las dos pagodas, una de tres pisos y otra de cinco. También fue curioso contemplar a un grupo de japoneses durante lo que supusimos una especie de rezo colectivo… pero son especulaciones nuestras, claro.
Salimos del recinto del templo por el este para adentrarnos en la zona de Nara-köen, un precioso y gran parque en el que además de poder visitar algunos de los lugares de interés de la ciudad nos encontramos con algunos de los 1200 ciervos que lo habitan. No llevábamos nada para darles de comer, tan solo una bolsa de caramelos y se me ocurrió sacarla para probar si les gustaban. Fue escuchar el sonido del plástico de la bolsa y estaba rodeada de ciervos de todos los tamaños buscando como desesperados que les diera lo que quisiera que hubiera en la bolsa. Tengo que reconocer me sentí un poco agobiada cuando vi que los caramelos les gustaban y que se iban acabando con velocidad mientras no dejaban de llegar ciervos que me terminaron “acorralando” contra el tronco de un árbol. Yo le decía a Arturo que hiciera algo, pero él en la distancia se lo estaba pasando pipa haciendo fotos mientras yo me ponía más y más nerviosa. Al final tuve que zafarme como pude los animales y propinar algún cachete a alguno. Y en eso estaba cuando llegó un macho por detrás (afortunadamente con los cuernos cortados) y me propinó un golpe en el muslo. Y fue con muy mala leche seguro que por haberle dejado sin caramelos, porque me hizo un hematoma que me duró un par de semanas….
Superado el momento de crisis nos dirigimos hacia el lugar más visitado de la ciudad, el templo Tödai-ji. Para llegar hasta él hay que caminar por una pequeña calle del parque en la que hay tiendas de recuerdos, puesto de comida y por supuesto, ciervos. Al llegar al templo lo primero que se ve es la imponente puerta Nandai-mon que da paso al recinto del templo, el cual se puede visitar en su mayor parte de forma gratuita.
Todo el templo cuenta con unos cuidados jardines, con grandes praderas verdes que cruzan algunos senderos. En un lateral también hay un bonito estanque. Se pasa una segunda puerta y al fondo se ve el muro que rodea la atracción estrella de Nara: el Daibutsu (Gran Buda). Para acceder a esa zona del templo si que hay que pagar, lo cual hicimos entrando por la parte izquierda del muro.
Una vez dentro ante nosotros estaba el edificio de madera más grande del mundo.
Es un edificio sin lugar a dudas majestuoso e imponente, rodeado de jardines y con una avenida que lleva a la entrada principal delante de la cual no faltaba gente prendiendo incienso que llenaba el aire de ese aroma especial.
Una vez en el interior lo primero que vimos fue al inquilino de tan magna construcción, una escultura de bronce que es una de las mayores del mundo de ese material. Mide 16 metros , y está hecha de 437 toneladas de bronce y 130 kilos de oro. Casi nada…. Para hacerse idea del tamaño, el orificio de su nariz es del tamaño de un agujero que hay en una de las columnas de madera que sujetan el templo y por el cual puede entrar una persona. Dicen que quien lo consigue alcanza la iluminación, así que aporto pruebas de que ese estado de gracia que ahora tengo lo conseguí allí, al pasar sin problema por el hueco, jajajajaja.
Muy cerca del templo del Daibutsu y también dentro del Nara-köen hay un lugar que merece la pena visitar, sobre todo por la vistas y el ambiente relajado, son los pocos los viajeros que llegan a ese punto. Se trata de una plaza con un santuario y dos pabellones. Nosotros subimos a la terraza del Nigatsu-dö, una construcción de madera con una gran terraza sobre la ciudad y con algunos detalles en su decoración de lo más pintorescos.
Para regresar al centro de Nara bajamos por la parte posterior del Tödai-ji, bajando por la que sin duda es una de las rutas más pintorescas de la ciudad. En el camino encontramos árboles cargados de frutas y varias pintores con su caballete plasmando rincones de la calle por la que nosotros estábamos caminando.
De nuevo en Senjö-dori nos dirigimos hacia el sur donde se encuentra el barrio antiguo de la ciudad, Naramachi. Sus calles están llenas de casas tradicionales (machiya), algunas convertidas hoy en tiendas o galerias de arte. Nos vamos parando para curiosear aquí y allá, entramos en una preciosa tienda de té donde compramos un lata decorada y seguimos hacia delante buscando la Naramachi Koushi-no-le, una casa antigua que nos costó un poco encontrar. Se puede acceder a ella sin pago y observar como son por dentro estas viviendas y a la vez ir descubriendo objetos cotidianos antiguos que están expuestos en cada estancia de la casa. Al final la vivienda se convierte en una pequeña tienda donde venden muñecas saru-bobo y otros recuerdos.
Continuando con el paseo sin rumbo, descubrimos una kura (almacén de barro) restaurada que estaba sirviendo como sala de exposición de artesanía y dentro de la cual había mucha animación. Entramos a curiosear, como no… y nos convertimos durante unos segundos en centro de miradas discretas. Una japonesa de cierta edad se nos acercó y nos preguntó en inglés sobre nuestro país y nuestro viaje, y nos contó que era de Hiroshima y que algunos objetos de la exposición eran obra de su hermana. Nos despedimos al cabo de unos minutos y de nuevo nos pasó algo especial. La señora salió detrás de nosotros para darnos como recuerdo una par de apoya palillos de cerámica que se vendían en la exposición y agradecernos que hubiéramos entrado a ver sus objetos. Increíble, de verdad. No había día que algún japonés no nos sorprendiera gratamente.
Con tanto caminar por Nara y sin haber comido ya solamente pansábamos en llenar la tripa. Nos fuimos hasta la galería comercial Higashi-muki que parte de Senjö-dori. En el interior hay un buen número de restaurantes, nosotros nos decidimos por uno donde comer tonkatsu, y fue una acierto. Tuvimos una bonita y tranquila mesa junto a un jardín interior, el servicio muy amable y la comida suuuuper rica.
Con la tripa llena y de camino ya al tren nos encontramos con una tienda Daiso, lo que sería la versión japonesa de los “Todo a 1 €” españoles pero con muchas diferencias. Nada más cruzar la puerta ya es evidente que los japoneses tratan con mimo todo aunque vayas a pagar por ello solamente 100 yenes. Está todo ordenado, limpio, hay cestas para usar durante las compras… y además no se como lo hacen que todo parece práctico y atractivo. Total que nos liamos y empezamos a cargar con todo tipo de cosas, desde bolsas para la ropa hasta post-it con atractivos dibujos. Salimos con dos bolsas llenas de cosas y apenas nos gastamos 15 euros. (Y una vez en casa todo nos ha venido bien y ha dado buen resultado)
Al final se nos había hecho de noche e hicimos el viaje de regreso a Kioto con algo de tristeza, era nuestra penúltima noche y realmente ese día había sido el último que habíamos tenido completo para disfrutarlo. Ahora tocaba volver al hotel y terminar de organizar las maletas para dejar todo listo para el día siguiente.
2 comentarios
A mi me encantó visitar Nara! Los ciervos eran súper monos jaja
Genial poder revivir la experiencia mediante tu diario 🙂
A mi me hicieron gracia a ratos. Cuando uno me dio con los cuernos te aseguro que me parecieron de todo menos monos jajajaja.