19 de Octubre – Kannur
Después de un largo viaje en tren llegamos a la estación de Kannur. Tuvimos asientos en primera clase, lo que nos brindó aire acondicionado muy acondicionado: ese decir, hacia un frío tremendo dentro del vagón. Menos mal que yo lo sabía de un viaje anterior y fuimos precavidos llevando con nosotros ropa con la que taparnos. El resto de los viajeros eran casi todos indios que se pasaron el viaje comiendo todo tipo de alimentos, desde frutas frescas a arroz. La razón de no utilizar el coche para el trayecto fue el mal estado de las carreteras lo que hubiera hecho que el viaje hubiera llevado prácticamente todo el día. Por ello el día anterior Vittal marcho rumbo a Kannur para estar allí a la hora de llegada de nuestro tren. Y efectivamente, allí estaba puntualmente esperando nuestra llegada.
El motivo principal para ir a este lugar en la costa de Kerala era disfrutar de unos días de playa. No teníamos ninguna referencia de este lugar, pero me decidí por Kannur ya que allí es donde se puede acudir a las peculiares ceremonias theyyam. Nos mereció la pena ver dicha ceremonia, pero del tema disfrutar de la playa… nada de nada. Íbamos a pasar allí tres noches que se quedó en una sola.
Al llegar al pequeño hotel, el Sea Shell, que habíamos elegido nos llevamos el primer chasco. Cierto que la ubicación era muy bonita, en lo alto de un acantilado sobre una amplia playa…. en la que solamente se estaban bañando mujeres musulmanas completamente vestidas y donde yo desde luego no me veía paseando en bañador delante de los pescadores que colocaban sus redes al final de la arena. Ahí empezaron las dudas, fue como “pero que hacemos nosotros aquí”. El hotel estaba alejado de todo, no es que buscáramos mucha actividad cerca, pero si la opción de poder salir a comer, cenar o sencillamente a dar una vuelta Y encima una playa en la que teníamos claro que ninguno de los clientes indios que se alojaban en nuestro hotel iban a disfrutar en ropa de baño.
Además había que sumar que el pronóstico del tiempo no era muy favorable, y que la probabilidad de nubes era alta, así como la de sufrir tormentas.
Si el hotel hubiera contado con una piscina o con una habitación acogedora, es probable que no nos hubiéramos marchado, pero la cama era excesivamente dura, el aire acondicionado se apagaba cada vez que el aire o la lluvia dejaban el hotel a oscuras, las zonas comunes eran incómodas…. Así que enseguida tuvimos claro que no íbamos a marchar a la mañana siguiente por lo que había que empezar a buscar opciones para el inesperado cambio de planes.
Pero antes teníamos que bajar al pueblo para ver una ceremonia theyyam. No tenía muy claro con que nos íbamos a encontrar, había leído algo al respecto, pero no sabía que sería realmente. Tenía entendido que la mayor parte de las veces esta expresión entre artística y religiosa se celebra en los bosques, pero lo que nosotros vimos tuvo lugar en el centro de la ciudad, en una zona abierta y cubierta donde cuando nosotros llegamos ya había comenzado y había un buen número de indios contemplando lo que allí pasaba.
Lo primero explicar que theyyam hace referencia tanto a la ceremonia como al héroe o divinidad que en ella participa. Hay más de 400 diferentes, cada uno con un disfraz distinto. Maquillaje, brazaletes, cascabeles y tocados son muy llamativos.
Nos mezclamos con los indios que estaban allí para observar lo que pasaba y en breve nos dimos cuenta que el “actor”, por llamarlo de alguna manera, pasa a sentirse poseído por la divinidad a la que representa y bendice a todos los presentes constantemente. Los tambores suenan y el “dios” baila frenéticamente al ritmo de ese sonido.
No puedo decir cuanto tiempo pasamos allí, estaba tan ensimismada que y sorprendida por lo que pasaba delante de nosotros que no se si fueron diez minutos o una hora…
Terminado todo el vibrante espectáculo y las bendiciones a los presentes, uno de los músicos se fue acercando con una bolsa para que cada cual depositara las rupias que considerara oportunas.
Y de vuelta de nuevo en el lugar donde pasaríamos la noche aún quedaba un rato de luz, por lo que decidimos bajar a la orilla del mar para dar un paseo. De nuevo vimos a mujeres musulmanas con sus niños disfrutando del mar y entrando en él completamente vestidos. Algunas posaron para unas fotos, otras, con una sonrisa, declinaron la petición de ser fotografiadas….
Continuamos el paseo y encontramos ya lo que faltaba para tener claro que esa no era la playa que habíamos soñado: un canal de agua que habían abierto los pescadores desde una zona donde las lluvias habían dejado agua estancada y por el que salían todo tipo de desperdicios al mar. Desde botellas a zapatillas…. Recuerdo que tomé fotos y al regreso a España me puse en contacto con Greenpeace para contar lo que había visto. ¿Su respuesta? Que hablara con Greenpeace India…. Me sentí realmente indignada por ello. ¿No pueden ponerse en contacto entre ellos? Pero en fin… eso es otra historia.
¿Y ahora que? Pues poco más que tomar una cerveza, esperar la hora de la cena, y sobre todo pensar en como cuadrar el viaje para mantener nuestras reservas de los siguientes hoteles y no tener que cambiar nada. Ojeando la guía de viaje decidimos que lo mejor sería poner rumbo a uno de los parques nacionales del norte de Kerala, Wayanad. Al parecer es una de las zonas del estado preferida por sus habitantes, y allí veríamos arrozales, bosques, plantaciones de té e incluso y con mucha suerte, tigres (bueno, eso ya sabía yo que iba a ser complicado, pero la esperanza nunca se pierde).
Cuando el sol se empezó a poner ya sabíamos por donde continuaría nuestro viaje, y ya relajados nos sentamos a disfrutar de la ligera brisa que llegaba del mar….. y entonces fue cuando comenzaron a escucharse truenos y en breve comenzó a diluviar. Cenamos bajo techo rodeados del ruido que armaban los indios alojados allí y terminado el arroz, el pollo y la cerveza no había otra cosa que hacer que irse a la pequeña e incómoda habitación, pero dentro, porque nuestra terraza era tan diminuta que todo el agua de la lluvia entraba y era imposible estar allí. Hacía calor, la luz se iba constantemente, el colchón estaba duro y era corto para nosotros, el aire acondicionado no funcionaba y al abrir la ventana la probabilidad de que entraran mosquitos y otros animalillos era alta. Así que pasamos la noche como pudimos deseando que llegara la mañana para salir de allí.
20 de Octubre
Amaneció soleado en Kannur, aunque con nubes en el horizonte, y tras el desayuno pagamos nuestra cuenta y pusimos rumbo a una playa cercana para ver algo más ya que habíamos llegado hasta ese lugar. De nuevo vimos una playa preciosa pero en la que no nos imaginamos disfrutando del mar y el sol.
Adios Kannur, ya veremos que nos depara Wayanad…..