13 de junio
Parte de la ruta que hicimos este día desde Chivay fue la misma que cuando llegamos al Colca desde Arequipa. El mismo paisaje, pero esta vez sin ninguna parada.
En Pataguas hicimos la parada obligada para reponer fuerzas, ir al baño, y en nuestro caso, para cambiar al bus que nos llevaría a Puno. Hacía bastante más aire y frío que dos días antes, así que entramos a tomarnos un mate triple de coca y así prepararnos para la altura que nos esperaba en la ciudad ubicada al orillas del lago Titicaca. Ese día jugaba España en la Copa del Mundo de Brasil, era su primer partido. Holanda era el contrincante, y justo cuando nosotros estábamos esperando la salida de nuestro transporte le metieron a España el primero de los cinco de goles que vendrían…. pero de ese resultado nos enteremos ya en nuestro destino.
Una vez en la carretera hacia Puno vimos una gran nube blanca que resultó ser la fumarola de uno de los volcanes activos peruanos, el Ubinas. Un poco más adelante pudimos parar y hacer algunas fotos, aunque por el viento la gran fumarola que habíamos visto concentrada se había convertido en una especie de nube alargada.
La siguiente parada la hicimos en un lugar llamado Lagunillas donde habitualmente hay muchas aves migratorias. Nosotros tan solo pudimos ver a lo lejos algunos flamencos y patos.
El resto del viaje fue bastante monótono, y además se nos hizo de noche por lo que no podíamos ver ya nada fuera del bus. Llegamos a Puno de noche, cerca de las ocho, y mientras entrábamos en la ciudad pudimos contemplar una gran y dorada luna en el cielo que se reflejaba sobre la aguas del lago Titicaca. No hay fotos, pero fijo que esa imagen no se nos olvida a ninguno de los que íbamos en el bus, pues nos mostró una ciudad que parecía mágica, con montones de casitas iluminadas en la ladera de la montaña y que a la mañana siguiente, al menos nosotros, descubrimos que la magia había desaparecido con la luz del sol.
El bus nos dejó en la Plaza de Armas pues la calle de nuestro hotel supuestamente era peatonal (pero luego entraban coches). Caminamos hasta otro Tierra Viva en el que íbamos a pasar tres noches, y sorpresa de bienvenida: nos dicen que nos han asignado una habitación superior en lugar de la standard que habíamos reservado. Mientras se hacía el check-in, aprovechamos para tomar un mate de coca disponible todo el día para los clientes del hotel, y luego subimos a la habitación a dejar el equipaje, abrigarnos y salir a cenar.
Bien abrigamos salimos a la calle, y aún así yo tenía frío. La temperatura en Puno durante el invierno cae en picado, y estar a cero grados o menos es habitual por la noche.
La calle más turística de la ciudad estaba a escasos metros del hotel, y allí es donde podíamos encontrar un lugar para cenar. Paseamos un poco en busca de alguno que nos cuadrase más, y al final encontramos en La Hacienda, y local con luz tenue, velas, un horno y en el que al menos no hacía demasiado frío. Yo cené un menú de tres platos por 15 soles entre los cuales había un crema de champiñón bien caliente, gracias a la cual conseguí entonar el cuerpo. Arturo se decantó por una pizza que sin ser gran cosa le supo a gloria.
Al salir poco más había que hacer, salvo descansar para la jornada del día siguiente que resultó mucho menos interesante de lo que yo hubiera querido.