11 de junio – Cañón del Colca
Una vez alojados en el hotel que sería nuestro hogar en el Cañón del Colca acordamos que a las tres haríamos el trekking previsto por los alrededores de Yanque y que estaba incluido en el precio de la estancia. Mientras aprovechamos para picar algo y disfrutar de las vistas desde la terraza de nuestra habitación.
A las tres de la tarde vino puntualmente María, una chica del pueblo, a buscarnos para empezar la ruta por una zona del Cañón del Colca. Fuimos cuatro, pues con nosotros vino otro huesped del hotel, un chico ruso de camino a los mundiales de Brasil. Era todo energía y nos puso durante todo el camino un poco nerviosos porque parecía no tener miedo a nada o haber sido una cabra montesa en una vida anterior.
Salimos del pueblo hacia las montañas, y la primera parte del recorrido fue genial, hacia sol pero no molestaba y las vistas eran incomparables. Cruzamos un puente sobre el río Colca en una parte muy estrecha y caminamos hasta el puesto de control de las ruinas de Uyo Uyo. Y ahí empezó el suplicio. No se la distancia ni el tiempo, pero a mi se me hizo eterno el ascenso por la ladera de la montaña. A pesar de caminar muy despacio para no agotarme la sensación de estar haciendo un gran esfuerzo era constante. Me repetía que era por la altura, que no pasaba nada, pero sentía el corazón a cien a pesar de que mi ritmo era de tortuga.
Pero al final conseguimos llegar a las ruinas, aunque tan tarde que ya no daba el sol. Dimos un paseo entre las casas y empezamos a descender hacia el pueblo. Pasamos primero junto a los baños termales públicos del pueblo y cuando me di cuenta estaba otra vez en una cuesta arriba. Yo insistía en parar a algún coche o camioneta para que nos llevara, pero el resto parecían estar más frescos que una lechuga, de modo que me tocó caminar hasta el hotel.
Después de tres horas caminando por senderos del Cañón del Colca reconozco que lo único que quería era darme una ducha y meterme en la cama, estaba agotada. Pero había que cenar, así que tuve que hacer de tripas corazón y aguantar.
Sobre el hotel tengo que decir que estaba en un sitio espectacular, pero que le faltaban un par de cosas: una TV ya que a las seis de la tarde es de noche y las cosas que hacer en Yanque son pocas; y calefacción en la habitación pues en el Cañón del Colca hace mucho frío, y un calefactor no era suficiente para mantener cálida y cómoda la habitación, no quedaba más remedio que meterse en la cama si no querías congelarte fuera de ella.
A las ocho estábamos cenando, yo una rica trucha que me supo a gloria. Y en cuanto nos lavamos los dientes, ¡¡¡¡a la cama!!!! Al día siguiente nos esperaban los cóndores del Colca.
12 de junio
Empezamos el día con un madrugón de esos épicos. A las seis de la mañana ya estábamos desayunando a toda prisa porque teníamos que salir en media hora con el grupo. La primera para tuvo lugar en la plaza de Yanque, cerca del hotel. El sol empezaba a iluminar en cielo de un azul increíble, y las sombras en la plaza eran muy alargadas y se cruzaban una con otras en un plaza que a esa hora parecía una feria. Nos contaron que como es la primera parada de todos los grupos que salen hacia la Cruz del Condor, los vendedores saben que o están a esa hora o ya luego no vendrá nadie. Bailarines, vendedores de artesanía, señoras con sus trajes llenos de color acompañadas de halcones y llamas… Yo tenía tanto frío que las manos se me quedaban heladas y lo único que hubiera querido es comprar unos guantes. Pero tenía una misión: empezar con la entrega de “Tengo una foto para ti“. Varios viajeras me habían entregado fotos en España, eran de personas de Perú a las que habían sacado fotos y yo tenía que encontrar a esa gente y hacer entrega de fotos en algunos casos hechas seis años atrás, algunas precisamente en el Cañón del Colca.
Así que con mis manos congeladas y mostrando las fotos recorrí la plaza en busca de aquellas personas, y tuve suerte porque encontré a dos mujeres de las fotos. Primera prueba de la misión, ¡¡¡superada!!!
En pocos minutos tuvimos que volver todos al bus para salir a la carretera del cañón del Colca que nos llevaría a ver a los cóndores. De camino hicimos algunas paradas, la primera en un mirador en el que a todos nos llamó más la atención la mini alpaca que estaba junto a su madre y su dueña dispuesta a posar para una foto (a cambio de una propina…. pero reconozco que di unos soles con agrado por haber podido acercarme tanto a la cría).
Continuamos el viaje y paramos en Maca, un pequeño pueblo con una de esa blancas y grandes iglesias coloniales que salpican el valle del Colca. Dentro está prohibido hacer fotografías en casi todas, pero si se pueden visitar. Yo en cada una me sorprendía con las figuras de vírgenes y santos, tan parecidas a las de España y a la vez tan diferentes. Los ropajes mucho más coloridos y con iconografía distinta a la que estamos acostumbrados y sobre todo el pelo, largo y con tirabuzones me parecían más adecuados para una muñeca que para una imagen de un santo. Sin duda, la mezcla de culturas…
En la puerta de la iglesia había un señor con un águila andina preciosa. Arturo fue en el que en este caso el que no pudo resistirse a la foto, así que cogimos al animal sobre el brazo, y puedo decir que pesaba mucho más de lo que esperaba. Y además torpe de mi (Arturo dice que tengo mala mano con los animales), fui directa a tocar la cabeza del ave… y fue más rápida ella que yo, así que terminé con un picotazo de aviso en la mano.
De nuevo en el bus, fuimos avanzando por una carretera cada vez en peor estado, por lo que se tarda mucho en recorrer pocos kilómetros. Pasadas las ocho de la mañana llegamos a un punto cercano a la Cruz del Condor, donde los que quisimos bajamos para hacer un recorrido andando hasta los miradores. Nosotros nos bajamos y la verdad es que disfrutamos de casi una hora de paseo al borde del cañón con unas preciosas vistas y el silencio como sonido de fondo. Vimos algunos cóndores planeando cerca pero por debajo del punto en el que estábamos.
Continuamos caminando hasta los miradores donde se agrupaba un montón de gente, con la esperanza de ver de cerca algún condor. Llegamos y parecía que no había ninguna corriente que animara a las aves a satisfacer nuestra curiosidad, el tiempo pasaba y tan solo pudimos verlas paradas sobre algunas rocas. La guía nos dijo que a las diez nos íbamos, el reloj corría y veíamos que nos teníamos que marchar sin la buena suerte de ver lo que queríamos: algún condor planeando cerca de nosotros y sobre el cañón.
Y justo, quince minutos antes de la hora, cuando ya pensábamos regresar al bus, allí estaban. Uno tras otros pasaban frente a nosotros, de repende vimos un grupo numeroso y no sabíamos a cual mirar. Como regalo de despedida pasó incluso uno planeando muy cerca sobre nuestras cabezas.
Reconozco que fue uno de los momentos más especiales del viaje, de esos que te ponen la piel de gallina cuando siente la sombra del gran ave sobre ti.
Con muy buen sabor de boca salimos de allí para regresar a Chivay y Yanque. Por el camino paramos en mirador desde el que se ve lo que realmente podría llamarse “cañón”, es decir, la zona donde el valle se cierra para dejar el curso del río Colca en un estrecho camino entre montañas.
En ese mirador, como no, había un buen número de vendedoras de artesanía y pude hacer entrega de otra de las fotos que llevaba. La señora que salía en la foto no estaba en ese momento, pues me explicaron que se turnan en los días que acuden a poner sus puestos, que un día van unas señoras y otros días otras. Pero se ofrecieron sin problema a entregar la foto que llevaba y me dijeron que el niño que salía en la foto con su madre ya tenía 9 años.
Cerca de las doce de la mañana nos dejaron en la plaza de Yanque.. Teníamos el día libre y lo primero que hicimos fue sentarnos en un bar de la plaza, en la única mesa al sol y tomarnos algo. Arturo se decantó por la cerveza y yo por probar la Inca Cola, esa bebida amarilla dulzona con sabor a caramelo multifrutas (por intentar sacarla sabor a algo). Disfrutamos durante un rato largo de no hacer nada, solamente mirando a la gente pasar, viendo a los combis llegar y marchar…. Es de esos momentos que te sirven para desconectar y relajarte del ajetreo del viaje.
Pensamos en dar un paseo a caballo, pero cuando fuimos al hotel a preguntar no tenían nada disponible, así que nos sentamos al sol a leer un rato. El silencio de la montaña nos envolvía y se estaba muy bien, pero algo había que hacer antes de la noche, así que nos fuimos a dar un paseo por el pueblo, que es de todo menos bonito, la verdad, y terminamos paseando por su cementerio lleno de cruces y flores de papel. Entramos en un parque con columpios y una campo de futbol y yo estuve jugando con unas niñas a saltar y hacer carreras. Ni que decir tiene como terminó mi cuerpo, de verdad que lo de altura hay que vivirlo para entenderlo. De regreso a la plaza nos cruzamos con un grupo de llamas y sus dueños que regresaban a casa al caer la tarde.
Una cerveza más en la plaza del pueblo, una rica cena, y a dormir hasta la mañana siguiente.
13 de junio
Después de un buen desayuno habíamos reservado para montar a caballo un par de horas. Y la verdad, maldita la hora. Al principio iba feliz, mirando a todas partes y pidiendo parar para hacer fotos. Pero según iba pasando el tiempo solamente pensaba en acabar ese suplicio. Me dolía el trasero muchísimo, las cinchas me las habían dejado tan cortas que llevaba las piernas encogidas, y encima se les ocurrió ponerse al trote. Yo parecía un saco de patatas, con cada paso del animal me molestaba más…. En fin, que el paseo muy bonito pero si lo hubiera hecho andando fijo que hasta lo hubiera disfrutado.
Regresamos al hotel y yo estaba tan dolorida que pensaba que no podría volver a sentarme en una semana…. Pero los males nunca son tan terribles como pensamos, así que cuando un coche vino a buscarnos para llevamos hasta Chivay y reunirnos con el grupo que iba a salir rumbo a Arequipa, casi agradecí poder descansar en un asiento cómodo aunque fueran pocos minutos.
Aunque nosotros íbamos hacia Puno, saldríamos de Chivay en un bus que pararía en Pataguas y allí tendríamos que cambiar a otro que ya nos llevaría a la ciudad junto al lago Titicaca.
En Chivay tuvimos tiempo de dar una vuelta por la ciudad, ver su iglesia y visitar su mercado antes de emprender ruta.
A la una y media abandonamos la ciudad más turística del cañón del Colca dejando atrás uno de los lugares más conocidos de Perú.
Nos esperaba el lago Titicaca.