No sé vosotros, pero antes de mi viaje a Japón yo imaginaba a los japoneses como gente seria y distante, incluso un poco bobalicones en el aspecto de ser personas a las que fácilmente se puede engañar. Por supuesto me imaginaba una sociedad organizada y rígida hasta límites insospechados. Y una vez allí pude comprobar que algunas de las cosas que pensaba eran realidad, pero otras están muy alejadas de la realidad, como lo bobalicones: no lo son para nada, lo que ocurre es que son tan educados y respetuosos que cuando viajan a otros paises se deben sentir superados por sociedades con comportamientos tan alejados de sus costumbres.
Durante nuestro viaje hemos podido ver y vivir situaciones de lo más pintorescas. Cosas que para nosotros eran realmente curiosas ellos las viven como habituales: pasear por la calle con mascarilla tapando boca y nariz o con pestañas postizas que ya querría para ella Jennifer López es algo de lo más normal. Pero llega el momento que esa normalidad pasa a ser algo pintoresco. Por ejemplo cuando en Tokio te bajas del metro para al santuario Meiji y la cruzar un puente sobre las vías te encuentras con un grupo de cosplay, chicas muy jóvenes que hacen del disfraz y la provocación un modo de vida. Posan atrevidas e insinuantes ante la cámara de curiosos turistas a los que nos cuesta creer que esa situación no llame la atención a ninguno de los muchos japoneses que pasan por allí.
A poca distancia de ese puente y sus chicas, está Takeshita dori, una calle comercial peatonal por la que caminar es un reto pues se trata del lugar preferido de jovencitas para adquirir lo último en moda… y vaya moda. Vestidos de muñeca, complementos para el pelo, zapatos vintage… Y lo mejor es que realmente se visten así, lo que para nosotros es un disfraz, para ellos es una forma de entender la moda.
Una vez superada la fase de “vaya con estos japoneses, como se visten”, empezamos a asimilar su civismo. La cosa nos llamó la atención en Tokio, creo que es la ciudad más impactante para el viajero en todos los aspectos. Lo primero que notamos es que no hay papeleras en las calles, ni en el metro…. no existen en una ciudad donde sin ellas cualquier otro lugar del mundo estaría enterrado bajo varias capas de papeles, cigarros y otros desechos. Pero sin embargo en la capital japonesa está todo limpio, la gente no tira nada al suelo, cada día es como si acabaran de barrer toda la ciudad aunque realmente no haga falta.
Y es que hasta tal punto llega el tema de la limpieza que yo vi un par de cosas que me dejaron muda (y es dificil, jejejeje). La primera fue en Matsumoto, una pareja de japoneses paseaba por el jardín del castillo con su perro, y este se puso en posición de “voy a hacer caca”. Inmediatamente la dueña sacó una bolsa de plástico del bolso, metió la mano y recogió toda la caca antes de que esta llegara al suelo….¡¡¡y se la guardó en el bolso!!! No había una papelera a la vista, y lo que en otros paises hubiéramos dejado en el suelo, pues ellos se lo llevan a casa.
La segunda cosa también tiene que ver con perros, y lo vi en Kioto, Takayama o Nara. Personas paseando con su perro y una botella de agua en la otra mano. Y cada vez que el animal hacía pis en una pared, volcaban agua por encima para limpiarlo.
¿No es para quedarse sin palabras?
Algo que teníamos ganas de ver era el metro de Tokio y esa tan comentada organización. Y la verdad es que es increible pasar por ejemplo por la estación de tren de Shinjuku en la cual se cruzan andenes para trenes de larga distancia, locales y pasillos que dirigen al metro. Se trata de la estación más concurrida del mundo, por ella pasan dos millones de personas al día, y de verdad, no se como lo hacen estos japoneses, pero por experiencia propia puedo decir que todos circulan como por carriles invisibles y nadie se choca ni empuja a nadie. Nosotros al ver tanta gente en movimiento nos quedamos paralizados sobre todo porque teníamos que ir más despacio buscando nuestro destino, pero todo el mundo nos esquivaba, y al igual que ellos llegamos ni un solo choque a nuestro destino.
Algo similar ocurre en el concurrido y conocido cruce de Shibuya, un puñado de calles que se puede cruzar al modo tradicional, es decir, de lado a lado de una calle, o incluso en diagonal. Todo el mundo espera paciente la señal verde del semáforo que invita a cruzar, y en cuanto se enciende se lanzan a cruzar, y nadie se golpea con nadie. Otra muestra del respecto hacia los que nos rodean.
Cuando se trata del metro y sus andenes, todo es orden. En el suelo hay señales que indican donde estará la puerta y unas lineas que marcan donde se deben ir colocando los viajeros. Y todos se colocan debidamente, dejando siempre espacio para circular por el ande, y por supuesto, aquí el dejen salir antes de entrar es algo que no se duda. Además nadie corre para sentarse ni empuja a otros viajeros. Incluso vimos asientos que se quedaban vacíos cuando dos personas llegaban a la vez… ¡¡¡y al final ninguno se sentaba!!
También en el metro es muy llamativo el silencio. La gente prácticamente no habla y si lo hace más bien susurra, y aunque muchas personas van con el móvil en la mano, siempre lo llevan en silencio. Respeto en todo los sentidos, no cabe duda.
Cada día descubríamos cosas nuevas del comportamiento de los japoneses, de como son cuando están fuera y de como se comportan con el viajero. Y cada noche de vuelta al hotel pasábamos un rato haciendo repaso de las cosas vividas, como por ejemplo cuando fuimos un par de veces de compras y salimos de las tiendas con compras a mejor precio del esperado, con un regalito hecho por los dueños de la tienda y con una sensación de bienestar inesperada. Y es que, ¿en que lugar vas a comprar y te rebajan el precio sin que tú tan siquiera lo insinues, y además te ofrecen bebidas y galletas para compensar lo que ellos consideran ha podido ser un inconveniente para ti? Yo desde luego no conozco ninguno…
Otra de las cosas que nos llamó la atención es lo mucho que les gusta jugar, sobre todo a unas máquinas que se encuentra en grandes locales donde el ruido es ensordecedor: música, monedas y humo de tabaco forman el ambiente de esos lugares. Son salas de Pachinko, y están llenas de máquinas similares a un pin-ball, pero vertical. Yo entré a cotillear y vi sobre todo hombres, con cajas llenas de unas bolitas que son las que les hacen estar allí durante horas.
Las españolas que leéis esto, ¿os imagináis ir a Sevilla y salir todo el grupo de amigas vestidas con bata de cola y peineta a la calle? Pues las japonesas lo hacen con su traje tradicional: se van a tiendas de alquiler, se peinan, se maquillan, eligen su kimono y salen todas juntas a recorrer la ciudad. Y tengo que reconocer que están la mar de guapas y felices de verse así por un día.
Fuera de las zonas más turísticas no son muchos los japoneses que hablan inglés, y podría parecer imposible entenderse con ellos. Pero aunque es muy dificil, ellos tienen mucha voluntad por ayudar a quien lo necesite, sobre todo si notan que estás perdido. Nosotros cuando buscábamos algún lugar no dudábamos en acercanos a cualquier japonés con nuestra guía en la mano, y enseñarles el nombre de nuestro destino en su signos de escritura. Y enseguida empezaban a explicar con gestos, y si veían que con eso no era suficiente, no dudaban en caminar lo que fuera necesario con nosotros para dejarnos sobre la ruta correcta. Lo más llamativo que nos pasó al respecto fue en Osaka, cuando una chica y toda su familia nos acompañaron hasta dejarnos en la estación de metro donde debíamos coger el tren hacia el acuario, y comprobar que subíamos por la escalara correcta. Eternamente agradecidos, sin lugar a dudas….
En general también nos parecieron gente agradable y con facilidad para la sonrisa. Rara era que nos acercáramos a alguien para preguntar alguna cosa, o que al entrar en alguna tienda dijerámos konichiwa para conseguir como respuesta una sonrisa entre tímida y divertida. Son gente agradecida, y cualquier detalle por nuestra parte tenía como respuesta buenas caras o algún regalito inesperado, como nos pasó en Nara tras visitar una exposición o el día de mi cumpleaños cuando me agasajaron con un sushi especial como regalo.
Si hay algo que les gusta además de jugar al pachiko y contemplar cualquier cosa bonita sin duda es acudir en familia o con los amigos a un onsen, esos baños de agua super caliente donde bañarse es todo un ritual. La ducha y lavado previo, el relax en el agua, y el posterior aseado (cremas, aceites, afeitado….). Es todo un ritual del que disfrutan sin lugar a dudas.
Algo que merece mención es la seguridad que se respira en el país, el poder montar en metro sin preocuparte por lo que llevas en los bolsillos o si te abriran la mochila da una gran tranquilidad. Y puedes estar seguro que si te olvidas algo en el metro, un restaurante o incluso en la calle, allí estará cuando regreses, nadie toca nada que no sea suyo.
Nosotros no se si cometimos un error al respecto, pero vimos en un pasillo del metro un maletín con un portatil, y cogimos para dejárselo a los vigilantes de la entrada. Nos miraron entre asombrados y agradecidos… hicimos lo que creímos correcto, pero vete a saber.
Después de tres semanas de viaje por Japón si tuviera que definir a los japoneses, y siempre bajo mi particular experiencia, diría de ellos que son gente, amable, respetuosa, muy educada y con facilidad para sentirse sorprendidos y emocionados. Ver sus caras de felicidad ante los juegos de un niño, el encuentro con un amigo o la visita a un templo lo dice todo. Puede que de puertas a dentro sean de otro modo, pero lo que en la calle se respira rodeado de ellos te hace sentir cómodo y muy seguro. No creo que ningún viajero se pueda sentir mal durante un recorrido por Japón y para mi personalmente una de las mejores cosas del país son los japoneses y su forma de comportase.
2 comentarios
Me ha gustado mucho el post Cris. No he estado en Japón, pero una de las cosas que más me atrae es precisamente su gente. De las cosas que comentas, me encanta su orden y educación, la amabilidad y esa facilidad para sorprenderse. Los “disfraces” de las chicas me chiflan y no dudaría en vestirme así un día 🙂
Sobre el tema de los perros, cuando vivía en el centro yo también llevaba botella de agua para sus pises, mi tía por ejemplo también lo hace, aunque no es lo habitual claro.
Un abrazo guapa.
En Japón la verdad es que dan ganas de sentarse en un banco sencillamente a mirar, es super entretenido observar a esta gente que sin duda es singular. Yo me quedo con muchas de sus cosas, pero lo del respeto por el prójimo me parece lo más.