3 de Octubre – Kamakura
Salimos por la mañana hacia la estación de Shinjuku desde la cual sale tren directo que nos llevará a Kamakura, una pequeña ciudad junto al mar que en su día fue capital japonesa.
Organizamos la ruta comenzando por los lugares de interés cercanos a la primera parada de la localidad, Kita-Kamakura. Esta estación es apenas un apeadero entre casitas bajas y zonas boscosas, se respira tranquilidad y uno se siente a años luz de la modernidad de Tokio.
El primer lugar que visitamos de entre todo lo que hay que ver en Karamura es uno de los cinco principales templos zen de la ciudad, el Engaku-ji. Entre altos árboles se llega a la puerta de Sanmon, entrada al recinto y única construcción que permanece como muestra del esplendor que tuvo este lugar. Habitualmente hay que pagar por acceder a este templo, pero el día de nuestra visita había una celebración por lo que solamente había que pagar para acceder al jardín, el resto estaba abierto gratuitamente (excepto la zona donde estaba teniendo lugar la ceremonia). En este templo está la campana más grande de la ciudad.
Saliendo de este templo emprendimos camino a Kenchó-ji, en más importante de los cinco templos zen de Kamakura. La distancia no era mucha, unos 500 metros, pero ese día hacía tanto calor que paramos en las omnipresentes máquinas dispensadoras de todo tipo de bebidas para sacar unas bebidas fresquitas.
Unos metros más adelante llegamos al destino. Aunque parece ser que este templo (entrada de pago) quedó destruido por incendios en siglos pasados hoy en día tiene aún mucho que ofrecer, desde su gran puerta a la sala del Buda, sin olvidar el jardín zen al que hay que acceder descalzo y que solamente se puede contemplar desde una tranquila terraza elevada. Cerca de la entrada a este jardín hay una puerta de las más bonitas que vi en Japón.
Hay que pagar para entrar y me pareció curioso que en una zona del templo hubiese una zona para fumadores, con su sombrita y sus bancos.
Y seguimos caminando, nosotros y nuestra mania de andar jejejeje. Menos mal que aunque hace calor el camino es cuesta abajo y pocos un más abajo llegamos por la parte trasera al pricipal santuario de la ciudad, Tsurugaoka Hachiman-gú. Al contrario que los templos que hemos visitado y cuya ambiente es sosegado, este lugar está lleno de gente que viene y va, familias japonesas y grupos de turistas, es un lugar lleno de vida y de color. Este último empieza en el color rojo que destaca entre los árboles: puentes, torii, pabellones… Nos cruzamos con unas niñas vestidas de modo tradicional que vienen al santuario a celebrar su segundo cumpleaños y que posan muy serias antes la cámara.
Hay muchos caminos en el terreno del santuario que van en diferentes direcciones así como estanques de lotos.
Recorremos el lugar y salimos finalmente por la que sería la entrada principal al recinto. La verdad es que llegar por este lugar es mucho más bonito, pues se tiene la vista del edificio principal al fondo mientras se camina hacia él, mientras que nosotros teníamos que darnos la vuelta para verlo. Cosas que pasan cuando se va por primera vez a algún lugar.
Salimos del santuario y nos dirigimos por una amplia avenida Wakamiya llena de bonitas (y algo caras) tiendas de recuerdos y restuantes a la estación de tren de Kamakura para coger el bus para ir al Daibutsu. Preguntamos en la oficina de turismo y nos indican el autobus que tenemos que tomar y que está a punto de salir. Subimos en el último momento y descubrimos como funciona el pago en este medio de transporte. Se abona el importe al salir con el impote justo que se deposita en una máquina que contará las monedas. Qué nadie se preocupe, si no se tiene el importe justo la misma máquina te cambia previamente lo que necesites. De nuevo la boca abierta ante lo prácticos que son los japoneses. ¿Para que quieres un billete de bus que terminará tirado? Ahorro de papel y ayuda a mantener las calles limpias en un solo paso.
La parada donde nos bajamos está a un corto paseo del templo de Kótoku-in que es donde se encuentra el Daibutsu que es la segunda mayor imagen de Buda en Japón y el lugar más visitado de Kamakura. La estatua es hueca (se puede entrar a su interior previo pago de unos yenes) y se encuentra en mitad de un gran patio. La verdad es que esta imagen de Buda es impresionante y realmente bella. En uno de los laterales del patio de pueden ver una especie de sandalias del tamaño adecuado si este Buda tuviera que usarlas.
La entrada al recindo es de pago, y hasta que no se está dentro no hay forma de ver nada de la gran escultura.
Saliendo de nuestra visita al Daibutsu retrocemos sobre nuestros pasos hasta otro de los templos más visitados de la ciudad, el Hase-dera. Este lugar, al que también hay que pagar para acceder, tiene de especial la gran cantidad de figuras Jizó que adornan alineadas como un pequeño ejército las escaleras y paredes que suben hasta la sala principal. Todo el complejo está en el lateral de una montaña y se puede subir por la escaleras pasando entre el cementerio que se eleva sobre el edificio principal.
Otra de las cosas especiales de este templo son las vistas de la ciudad con el mar al fondo.
Al finalizar la visita a este último templo pensábamos regresar a la estación de Kamakura para volver a Tokio, pero como aún quedaban horas de luz cambiamos los planes y decidimos volver caminando a Kita-Kamakura por la ruta de tres kilómetros conocida como la del Daibutsu. Para ello tuvimos que andar otra vez hasta el templo del Gran Buda y seguir subiendo un poco más hasta una escalera que hay justo antes de un tunel de la carretera.
El paseo comienza subiendo y subiendo por la ladera de una montaña, pero no es complicado, pues el camino está bien señalado y marcado. Se pasa por algunos templos pequeños y en uno de ellos tuvimos serias dudas de por donde continuar. Un japonés muy amable pero al que no entendíamos nada finalmente comprendió lo que buscábamos y nos indicó el camino correcto. Antes de llegar al final de la ruta paramos en uno de los santuarios más curiosos que vimos en el viaje, el de Zeniarai-benten, al que se accede por una cueva que acaba en un claro entre las montañas. No es gran cosa, pero si muy curioso ya que los japoneses acuden a él para lavar el dinero en unos manantiales con el fin de conseguir éxito económico. (¿Será blanqueo de dinero al estilo japonés…?)
Después de algo más de hora y media llegamos cansados y sudorosos a la estación de tren. Nos tocó esperar un rato pero en cuando llegó el tren nos sentamos para descansar durante la hora que iba a durar el viaje de la paliza de andar y andar del día…
La foto que se ve junto al texto es una de esas que te llaman la atención y que nosotros jamás veremos en España.