El templo Haeinsa es un lugar que merece incluir en cualquier viaje a Corea del Sur ya que es uno de los templos más importantes del país. Está ubicado en las laderas inferiores de la Montaña Gayasan, rodeado de bosques y arroyos. Este lugar es uno de los parques nacionales más bonitos del país y un lugar perfecto para practicar senderismo, algo que a los coreanos les encanta. La historia del lugar comienza allá por el año 802 cuando dos monjes budistas, Suneung y Ijeong, fundaron el templo Haeinsa (“templo del reflejo sobre un mar tranquilo”).
Sin embargo la vida del templo no ha sido precisamente tranquila ya ha tenido que ser reconstruido en varias ocasiones. La mayor de estas reconstrucciones tuvo lugar en el año 1818 tras un gran incendio que destruyó todo el complejo excepto la sala que guarda uno de los mayores tesoros de Corea del Sur: la Tripitaka. Es tal la importancia cultural de Haeinsa que desde diciembre de 1995 forma parte de los lugares Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
VISITAR HAEINSA Y LA TRIPITAKA
Cuando nosotros llegamos a Haeinsa dejamos el autobús en la última parada. Desde allí emprendimos el paseo hacia el templo pasando por algunos sencillos puestos de comida en los que vendían castañas, bollos de judías o chuches de mango. Un poco más adelante cruzamos una explanada que hace las veces de parking justo antes de adentrarnos en el tupido bosque que rodea el imponente templo. Pocos metros antes de llegar a la puerta principal de Haeinsa hay una especie de plaza sin árboles con las típicas pagodas de piedra coreanas erigidas en honor a los patriarcas del templo.
Pasada esa zona dedicada a rendir homenaje a distintos monjes lo primero que apareció antes nosotros fue la puerta Iljumun, considerada una obra representativa de la arquitectura antigua coreana que crea una especie de precioso marco cuyo fondo son el otras puertas del templo o sencillamente la preciosa naturaleza que lo rodea. Tras esa primera puerta encontramos a la derecha un singular árbol muerto que lleva en el recinto del templo desde el año 1200. Simboliza la historia del lugar y es por ello que se le mantiene en el lugar en el que lleva más de 800 años.
La siguiente puerta que atravesamos para seguir nuestro camino hacia el interior de Haeinsa fue Bonghwangmun, la puerta del Fénix. En ella están representados con pinturas esos guardianes que se pueden encontrar en todos los templos budistas y que son los encargados de proteger el lugar. Con su fiero aspecto no hay duda de que asustan a más de uno. Tras esta puerta y antes de emprender la subida hacia la tercera y última de las puertas del templo nos acercamos a ver el primero de los pabellones del templo, el dedicado al espíritu de la montaña.
La puerta que separa lo terrenal del mundo de Buda es Haetalmun y fue la última puerta que cruzamos tras subir unas empinadas escaleras hasta la primera gran plaza del templo. En esa plaza encontramos diversos edificios, entre ellos uno que actualmente hace la veces de librería, cafetería y tienda de recuerdos. También aquí está el pabellón Bokyeongdang que alberga el Buda original aunque actualmente su principal función es la de servir de salón de actos. Sin embargo la más llamativa de las construcciones de esta plaza es la del Pabellón de la Campana. Si bien en otros templos budistas, como en Japón, hay un edificio para el tambor y otro para la campana, en este templo los cuatro instrumentos dedicados a llamar a la oración a la vez que con su sonido salvan a los seres de los diferentes mundos se encuentran en el mismo pabellón.
- Tambor: salva a los seres de la tierra.
- Campana: durante el tiempo que dura su tañido libra del dolor físico y emocional a aquellos seres que están en el infierno.
- Pez de madera: con sus sonido salva a los seres del mar.
- Gong con forma de nube: salva a los seres del cielo.
También en este patio pudimos ver esa fuente típica que hay en todos los templos budistas de Corea del Sur cuya finalidad es purificarse antes de entrar al templo. El ritual es sencillo: se coge agua con el cazo que ahí en la fuente para tal fin y con ella se mojan las manos y se limpia la boca (pero no se bebe).
Aún tuvimos que subir más escaleras para llegar al patio principal de Haeinsa, en un templo construido en terrazas aprovechando la ladera de la montaña no queda más remedio que subir y subir. Durante nuestra visita se acercaba la fecha en la que todo Corea iba a celebrar el cumpleaños de Buda, y en este templo nos pasó lo mismo que en los templos Beomeosa o Haedong Yonggungsa de Busan: todo estaba cubierto de farolillos de colores con motivo de la celebración. Por ello no pudimos disfrutar de la vista de este patio en su conjunto ya que sobre nuestras cabezas todo lo que había era un mar de colores, no quedaba más remedio que buscar otros lugares para disfrutar de las mejores perspectivas del conjunto.
En este patio es donde se puede visitar tras subir algunas escaleras más el pabellón principal, el Daejeokgwangjeon. En su interior se venera al Buda Vairocana, icono del Budismo Mahayan al que generalmente se ve como un Buda universal, una personificación de la iluminación y la sabiduría. Todo este edificio está profusamente decorado con tallas de flores y animales, además de un gran número de pinturas en el exterior que narran distintos momentos de la vida de Buda. También en este patio se encuentra la pagoda de piedra de tres pisos, otro de esos elementos presentes en los templos budistas coreanos.
Algo singular en Haeinsa es que el pabellón principal de templo no el edificio que ocupa la posición más alta del complejo como es habitual en los templos budistas coreanos. En este caso, por encima de él está una de las construcciones más singulares e importantes de Corea del Sur: Jangkyeong Panjeon, el edificio construido para guardar y preservar la Tripitaka coreana.
Formado por cuatro pabellones es una obra de ingeniería medieval que tuvo que ser construida utilizando técnicas arquitectónicas que ayudasen a mantener unos niveles determinados de humedad durante todo el año, siendo necesario para ello bloquear los húmedos vientos del sur en verano y durante el invierno controlar los fríos vientos del norte. Por ello sus ventanas son de distintos tamaños y en todo el recinto hay una mezcla especial de materiales destinados a absorber la humedad para evitar el enmohecimiento de la Tripitaka.
Desde que Haeinsa y la Tripitaka fueron declarados Patrimonio de la Humanidad se cerró el acceso al público general al edificio. Nosotros nos tuvimos que conformar con adivinar entre las rejas de las ventanas lo que esconde el interior del Jangkyeong Panjeon y curiosear algo del interior desde la peculiar entrada con forma oval. No muy lejos del edificio también hay una foto algo desteñida por el sol que muestra como es el interior de los pabellones y como está colocada en ellos la Tripitaka.
Pero ¿qué es la Tripitaka? Se trata de la versión más antigua y completa de preceptos y escrituras budistas en caracteres chinos. Comenzó su elaboración en 1236 y se tardaron 16 años en finalizar todo el trabajo. Son 81.340 tablas clasificadas en 6.791 volúmenes. Cada una de estas tablas que forman la Tripitaka mide 68 cms de ancho, 2,5 de largo y su grosor es de 3 cms.
Son de madera de magnolia de la región del Mar del Sur y de Geoje que tuvieron que ser tratadas de un modo especial antes de estar listas para realizar en ellas las inscripciones: se cortaron, se sumergieron en agua salada, fueron escurridas y finalmente secadas a la sombra. Aunque hace algunas décadas se hicieron pruebas para trasladar la Tripitaka a un edificio más seguro no fue posible debido a que no se consiguieron las mismas condiciones optimas que hay en Haeinsa, lugar en el que las tablas llevan desde el año 1398.
Haeinsa es un templo en activo y por ello hay ciertas zonas que están cerradas a los visitantes. Sin embargo, tras dejar atrás el edificio que guarda la Tripitaka aún se puede ver otras pequeñas construcciones consagradas a distintas deidades siendo una de las más peculiares Dokseonggak, un edificio hexagonal en el que se rinde culto a la deidad coreana de la surte y a la larga vida, Dokseong.
No hay duda de que el templo Haeinsa y la Tripitaka son las joyas de la Montaña Gayasan, sin embargo teniendo tiempo merece la pena ir un poco más allá y tras abandonar este importante templo seguir el curso de algún arroyo, cruzar algún puente bajo los árboles y descubrir que esconde la montaña. Nosotros tras comprobar que teníamos tiempo suficiente para coger el autobús que nos llevaría de regreso a Daegu nos pusimos a caminar y llegamos a un pequeño y solitario templo, Hong Je Am.
Encontramos estupas, unas grandes plantas con preciosas y aromáticas flores de un intenso color rosa, un interior con distintos pabellones que se abrían a un amplio patio (todos ellos cubiertos de los mismos colores que los edificios de Haeinsa) y en la parte trasera una ordenada colección de las típicas vasijas coreanas para conservar el arroz o el kimchi. Sin duda, parte de las reservas de los monjes del templo.
Dedicamos un día a la visita del templo Haeinsa y la Tripitaka viajando desde Daegu. Lo cierto es que es algo que se puede hacer con facilidad sin necesidad de transporte privado y regresando a la ciudad para dormir. Sin embargo, si alguno desea pernoctar en Haeinsa podrá hacerlo ya que es uno de los templos del país que ofrece la posibilidad de dormir en su recinto. De lo que no hay duda es que si uno decide viajar a Corea del Sur debe intentar incluir este templo en su ruta.
CÓMO LLEGAR A HAEINSA
Por su ubicación el modo más sencillo de llegar al templo Haeinsa es desde la ciudad de Daegu. Desde allí salen autobuses directo al templo varias veces al día desde las 6:30 a las 20:00 horas.
- Estación de autobuses Daegu Seobu.
- Para llegar en metro solo hay que subir a la linea 1 hasta la estación Seongdangmot.
- El precio del billete es de 7100 wones por trayecto.
- El tiempo del viaje es de aproximadamente 90 minutos.
- Horario: 8:30 a 17:00 en invierno y de 8:30 a 18:00 en verano.
- Una vez en Gayasan, antes de comenzar la subida al templo la persona encargada de la venta de entradas al recinto sube al autobús para ir vendiendo los tickets a los ocupantes. El precio es de 3.000 wones por persona. En ese punto, si uno prefiere subir caminando tan solo tendrá que bajar de autobús y comenzar la subida siguiendo el camino junto a un arroyo junto al cual hay distintas esculturas de Buda así como pequeños puentes para acercarse a ellas. La subida hasta el templo Haeinsa es de uno tres kilómetros.
- Si se sube en el autobús hay que ir hasta la última parada, desde allí hay que caminar aún una media hora para llegar a la entrada del templo, la puerta Iljumun.
- Para regresar a Daegu hay que volver al punto donde el autobús hace su última parada, allí hay una pequeña caseta y la persona que vende los billetes llega unos minutos antes que el autobús. No está de más comprobar los horarios al llegar para tener claro cuando hay que regresar y no perder el último autobús (tienen un folio pegado en el cristal donde indican todos los horarios).
12 comentarios
Nos encanto este viaje a Haeinsa. Fue mas facil de lo esperado, usando transportacion publica. Los templos muy lindos, las vistas de las montanas preciosas, el aire de paz que se respiraba divino. Lo unico que hubiese querido es ver los manuscritos de cerca, pero bueno. Tambien hubiese sido beneficioso un guia local, quizas hasta un mismo monje, que pudiera dar alguna explicacion y cubrir detalles que no se encuentran en las guias de turismo. Nada muy extenso pero si, lo mas importante. Entiendo que en Corea del Sur, la comunicacion en ingles es dificil!
Me encanta la foto que pusiste frente a los manuscritos…muy original…como decimos nosotros, Te la comiste, Cristina. Nuevamente, gracias por tus recomendaciones. Siempre son tan beneficiosas las ideas y consejos de viajeros que han visitado el lugar.
Carinos.
Es un lugar muy especial este templo, su ubicación es impresionante al igual que su historia. Al final ya viste que tus miedos con el transporte no tenían razón de ser y que todo era sencillo. Un abrazo fuerte.
A veces estos templos paracen tan repintados que parecen de este siglo… Me recuerda mucho los vistos en Japón y, más aún, algunos de China. Por ejemplo los del Tiantan o los del Palacio de Verano de Beijing. Muy interesante esto de los preceptos y escrituras budistas. Jamás había oído hablar de ello. O, al menos, no lo recordaba.
Corea es un mezcla entre Japón y China, pero a mi personalmente me recordaba en algunas cosas más a este último. Aunque todo está mucho más cuidado en Corea.
Un abrazo.
Qué bonito todo, preciosas las fotos, una maravilla el colorido y muy útil la entrada,
Ya no se si ir primero a Japón o a Corea, ojú qué de cosas hay por ver, qué ansiedad, jajajaja
Saludos viajeros,
LoBo BoBo
Jajajaja…. si que es verdad, hay un montón de cosas que hacer y ver tanto en Japón como en Corea. Empieces por donde empieces ¡¡¡seguro que lo disfrutas y te encanta!!!
madre mia… cuantos templos has visitado ya? jeje
que preciosidad! al final harás que cojamos el avión y vayamos a Corea…
bonitas fotos! saludos!
No sabéis la alegría que me haría saber que gracias a los post y fotos de mi blog os habéis animado a conocer Corea 😉
Guau qué colores tan bonitoooos es muy llamativo, me encantan los farolillos. De nuevo me descubres un sitio que no conocía y me das ganas de ir a Corea del Sur. Por cierto, me ha llamado la atención lo de los bollos de judías ¿estarán ricos? ¿Los probastes?
Un besazo
¿Los bollos de judías…? Pues los probé y no me gustaron mucho, sin embargo en Japón los había probado de otro tipo y me habían encantado.
Un abrazo
Me han encantado las fotos del templo, pero lo que me ha alucinado es la historia de la Tripitaka, eso si que fue un trabajo de chinos (aunque sean coreanos). Es una pena no poder verlo, pero es comprensible por temas de conservación.
Un abrazo.
Sin duda la Tripitaka es una de esas cosas que hay que conservar como algo excepcional
Un abrazo.