Tras una concienzuda búsqueda de alojamiento para pasar tres noches en nuestro viaje a Vilnius me decanté por el Moon Garden Art Hotel, un hotel boutique ubicado a pocos metros de la Puerta del Alba, el único portal que queda intacto de los diez que tenía originalmente la muralla de la ciudad. La razón final por la que me decidí por este alojamiento fue que el precio era correcto, lo que ofrecía era todo lo que nosotros necesitábamos y las críticas de clientes en diferentes foros me parecieron bien. Nuestra primera impresión fue buena, pues el establecimiento está decorado con estilo y tienen una peculiar recepción con una bonita escalera, ventanas a un gran patio ajardinado en la parte trasera y una zona de reunión muy acogedora que ya lucía decorada con motivos navideños. Hasta un educado perro recibe al visitante.
La habitación que nos asignaron fue la 304. Me pareció muy bonita pero me llamó la atención que yo había pedido expresamente una habitación que diera a la parte trasera del hotel para evitar el ruido de la calle principal pues tengo el sueño muy ligero. Y la que nos habían asignado daba a la calle principal. Bajé a comentar el tema a la recepción y me dijeron que no había ninguna otra habitación disponible. Así que me toco rezar para que las ventanas fueran capaces de aislar el ruido de la calle.
La cama era grande y cómoda, aunque con las almohadas demasiado gruesas. Teníamos caja fuerte, TV, zapatillas y albornoces. En el baño amenities, secador de pelo y calentador de toallas, algo que nos venía bien hasta para calentarnos las manos al llegar de la calle, y es que el Vilnius hace mucho frío en diciembre.
Tengo que reconocer que aunque llegaba algo de ruido desde la calle, no fue lo suficiente en ningún momento para despertarme, y las cortinas son bastante tupidas por lo que aíslan bien de la luz. Aunque claro, era invierno y amanece muy tarde. Igual en verano, cuando el sol sale temprano sus rayos entran en la habitación a pesar de las cortinas.
En el precio teníamos incluido el desayuno que se ofrecía en el restaurante del hotel situado en el sótano del edificio. Un puñado de mesas, canciones de Navidad sonando de fondo y un par de mesas con un surtido de productos justo y poco habitual: arenques, salmón, pipas de calabaza, pepino…. Una cestita con pan de diferentes tipos cortados en trozos pequeños me llamó mucho la atención, al igual que el surtido de bollería, que si bien estaba delicioso lo servían partido en dos pedazos que resultaban casi ridículos.
Muy buenos todos los quesos así como el yogur y los cereales. Para los más comilones además había bacon y te hacían en el momento los huevos del modo que más te gustarán. Eso si, había que recordar cada mañana pedir a la camarera un poco de leche caliente, pues tan solo la ponían fría.
En resumen, esto es lo que destaco del Moon Garden Art Hotel.
Lo mejor:
- la calidez de la habitación
- la simpatía de la camarera del restaurante
- la ubicación
- por solo 6 euros se llega en taxi desde el aeropuerto
Lo peor:
- no tienen ascensor
- moqueta en los suelos
- no reponían los productos de aseo cada día
- uno de los recepcionistas