16 de junio – Cusco
Teníamos ya reservados nuestros billetes de bus para viajar a Cusco a través de una agencia de la ciudad. Esa mañana vinieron a por nosotros en coche para llevarnos a la estación desde donde saldríamos hacia Cusco, y realmente agradecimos tener un vehículo en la puerta porque íbamos cargados y además a las siete y media de la mañana hacía frío.
No tardamos casi nada en llegar al destino, pues a esas horas la ciudad está aún despertando. Descargamos nuestras cosas y accedimos a la estación, donde tuvimos que pagar una tasa de 1 sol por salir de allí.
Habíamos reservado asiento en el piso superior, así que en cuanto todos los equipajes estuvieron en el maletero, fuimos subiendo para instalarnos. Las butacas eran amplias y reclinables, pero estaba todo tan sucio, desde el asiento a los cristales, pasando por el reposacabezas (una tela blanca que estaba rozada y renegrida, así que la di la quité y listo) que daba un poquito de rabia comprar algo que te venden como fantástico y encontrarte que no han sido capaces ni de barrer el suelo. En fin… era lo que tocaba, así que cogimos nuestros libros y nos decidimos a pasar allí las siete u ocho horas que teníamos por delante.
Una vez en Cusco tocaba buscar taxi para llegar al hotel situado en San Blas. El primera taxista nos pidió 20 soles, pero al final otro nos llevó por los diez que yo ofrecía. Eso si, tuve que ir casi sentada encima de una maleta, pero el recorrido era corto y al final casi tuvo su gracia.
La calle de nuestro hotel era estrecha, y además de doble sentido, lo que no dejó al taxista llegar hasta la puerto, así que nos tocó cargar con el equipaje unos metros durante los cuales yo no dejaba de mirar encantada puertas, tiendas y algún museo con el que nos cruzamos. Cusco me gustaba, y más después de haber estado en Puno y haberle encontrado tan poco encanto.
En el hotel, de nuevo uno de la cadena Tierra Viva que había abierto sus puertas hacia un mes tenía ya nuestra habitación lista, así que fuimos a dejar nuestras cosas, organizar un poco y salir para una primer contacto con la ciudad y buscar un lugar para cenar.
Desde el hotel tuvimos que bajar un calle empedrada y estrecha llena de tiendas y restaurantes (imposible ser más turístico a no ser que seas una localidad de la Costa del Sol española en verano). Al acabar la calle nos encontramos en el corazón de la ciudad colonial, la Plaza de Armas. Ya era de noche y a pesar de ello había mucha animación y gente vestida con trajes regionales bailando. Nos explicaron que algunos ensayaban para el Inti Raymi, la gran fiesta de la ciudad que se celebraría el 24 de junio, y otros para las fiestas del Corpus que eran justo durante los días de nuestra estancia en la ciudad.
Anduvimos un poco más allá hasta alcanzar la Av.del Sol y desde allí la calle Almagro. Íbamos buscando la calle Almagro y un restaurante: Los Toldos. El local es muy amplio y estaba lleno de peruanos comiendo el plato estrella del local: el cuarto de pollo con patatas. Nos sentamos y pedimos pollo, como no, pero también otro de los platos típicos de Cusco, los antichuchos (corazones a la brasa), y mientras nos comimos una ensalada con salsa de aceitunas que se incluye en el precio de cualquier comida. Tengo que decir que a mi el pollo asado normalmente me deja indiferente, no es algo que me encante. Pero en este lugar comí sin duda el mejor pollo que he probado: tierno y crujiente a la vez. Y además a un precio increíble: 14 soles. Os lo recomiendo sin lugar a dudas.
De regreso al hotel hacía frío, pero a pesar de ello dimos una pequeña vuelta por la Plaza de Armas, que aunque a esa hora aún estaba animada, ya permitía pasear por ella con cierta calma.
En el hotel la cama resultó tan cómoda como la de los anteriores hoteles de la cadena Tierra Viva. Dormimos como benditos.
17 de junio
Salimos de la habitación para desayunar, y aunque el día estaba totalmente despejado, hacía aún frío, así que nos tuvimos que poner algo de abrigo. El salón de desayunos tenía unas estufas gracias a las cuales no daban ganas de salir corriendo de allí. Tomamos zumo, embutidos, queso, mate de coca, fruta, bollería… Energía para el día que íbamos a pasar pateando Cusco.
Como en Cusco amanece temprano pero también anochece pronto, en estos viajes hay que aprovechar las horas del luz para hacer las visitas, así que nuestra hora de salida estaba siempre entre las 8 y las 8:30 (aunque algún día se nos pegaban las sábanas). Mochila a la espalda y cámara al cuello caminamos por las mismas calles de San Blas del día anterior, pero esta vez iluminadas por la radiante luz del sol. Las tiendas comenzaban a abrir y decorar algunas paredes con su mercancía de miles de colores.
Antes de llegar a la Plaza de Armas se pasa por el probablemente muro inca más famoso de la ciudad, pues en él se encuentra una curiosa piedra en la que se cuentan hasta 12 esquinas. Allí encontramos a un señor para que otra amiga viajera nos había dado una foto hecha nada menos que seis años antes. Y de verdad que el hombre estaba igualito a pesar de los años pasados.
Un poco más adelante se encuentra la entraba del Palacio Arzobispal, el cual fue nuestra primera visita de pago en la ciudad. Para acceder pudimos adquirir el boleto religioso que incluye también la visita a otras iglesias cusqueñas, y el cual nos costó menos de lo que decía la información que llevábamos: solamente 30 soles por persona. El muro que contiene la piedra que antes mencioné pertenece ahora a este lugar, cuyo interior está formado por patios y diferentes estancias donde observar pinturas, muebles y unos asombrosos techos de madera.
Al salir de este palacio/museo continuamos hasta la Plaza de Armas que ya estaba llena de gente. Las fiestas del Corpus en Cusco habían empezado y veríamos todos los días bailes y procesiones. La verdad es que si hubiéramos tenido mucho más tiempo nos hubiera gustado sentarnos y pasar horas viendo lo que allí pasaba, pero cuando estamos de viaje por desgracia no contamos con todo el tiempo que quisiéramos, y hay que priorizar. Dimos una vuelta por la plaza, nos hicimos fotos y nos paramos durante un rato a ver los trajes y bailes de los que por allí pasaban, una muestra de color pero también de cierto desorden, una forma de organizar las cosas a la que nosotros no estamos acostumbrados, porque ya sabemos que los occidentales queremos tener todo controlado y en orden, y aquí os puedo decir que todo estaba lejos de ser de ese modo.Dejamos la plaza en dirección a la Iglesia de San Francisco, una gran mole que fue de las pocas que no tuvo que reconstruirse por completo tras el terremoto de 1650. En su interior lo más interesante nos resultó un coro de madera de cedro, pero como en la mayoría de las iglesias peruanas, no se pueden hacer fotos, así que nos queda solo el recuerdo de haberlo visto.
A pocos metros de la iglesia estaba el arco de Sta. Clara, cercano al convento del mismo nombre, el cual no conseguimos ver por un tema de horarios. Un poco más allá se abría ante nosotros otra plaza con otra iglesia, la de San Pedro, y uno de los lugares más pintorescos de la ciudad: el mercado al que da nombre la cercana iglesia.
Los puestos de comida preparada rodeaban la plaza, y en el interior de este turístico mercado de Cusco, recuerdos para turistas, zumos, frutas, panes, carne., flores… Y al fondo más comida preparada y una zona con mesas donde sentarse y comerla. Un lugar sin duda muy bullicioso donde una tendera nos recordó que la mochila delante y ojo con las carteras.
Tras el paseo entre puestos de comida salimos del mercado para continuar paseando por la ciudad colonial rumbo a la Catedral, la cual íbamos a visitar con el boleto turístico. En la Plaza de Armas seguía la fiesta, grupos de niños y jóvenes iban desfilando por delante de la catedral mientras bailaban al ritmo de la música.
La entrada a la Catedral de Cusco se hace por la iglesia que se encuentra adosada a su izquierdo, y se hace por otra también pegada a su lado derecho. La primera es la Iglesia de Jesús María y la segunda la del Triunfo. En ninguna de las tres se pueden tomar fotografías, por lo que la verdad es que es complicado recordar todo lo que se ve dentro. Me llamaron la atención las enormes puertas que unen unas iglesias con otras, las imágenes con elaborados vestidos en las que se mezcla catolicismo y tradición indígena. Muy curioso también el cuadro de la última cena donde el plato principal es un cuy. Y por supuesto la renegrida imagen de el Señor de los Temblores, un Cristo crucificado al que se saca todos los lunes santos en procesión a la luz de las velas cuyo humo se pega a la figura tiñéndole de negro. En la Iglesia del Triunfo se encuentra los restos del Inca Garcilaso de la Vega.
Como la plaza estaba animada, nos quedamos un rato viendo lo que allí pasaba, y más tarde nos dirigimos hacia el barrio de San Blas para subir hasta la Iglesia de San Cristobal, cuya entrada estaba incluida en el boleto religioso. Pero cuando llegamos a la calle Arco Irís y Arturo vio la cuesta que había que subir, dijo que se quedaba tomando una cerveza Cusqueña en un bar que había justo en el cruce de la calle. De modo que con mucho ánimo comencé a subir por la calle empedrada rumbo a la iglesia.
Al llegar arriba me encontré con una amplia plaza y en uno de sus lados la iglesia. Por si fuera poca la subida, subí también al campanario. Vi que no era muy alto, y como ya estaba allí, total un poco más de esfuerzo tampoco iba a ser para tanto. Las vistas desde lo alto son magníficas, se distinguen los tejados de la ciudad hasta la Plaza de Armas.
Cuando bajé me senté un ratito a descansar y luego continuamos bajando por la calle Ataud (uno de esos nombre poco habituales de las calles de Cusco) hasta el Museo Inka ubicado en una de las más bonitas casas coloniales de la ciudad. Alrededor de una patio porticado se abren las salas en las que se muestra una gran muestra de arte inca: cerámica, joyería, momias, maquetas…. No se hace pesado porque la muestra es variada. En el patio había unas mujeres tejiendo con un telar de cintura y en la planta superior se vendían sus creaciones y otros artículos de artesanía.
La verdad es como es que sin darnos cuenta se acercaba el final del día, y lo mejor era ir al hotel para descansar un rato antes de salir a cenar y también de ese modo cambiar la chaqueta ligera del día por algo abrigado para el frío de la noche.
Esa noche bajamos de nuevo por las cuestas de San Blas para cenar en un sitio que habíamos visto en la Plaza de Armas, Papacho’s, una hamburguesería moderna y con cierto estilo neoyorquino que forma parte del grupo de restaurantes del más famoso cocinero peruano, Gastón Acurio. Nos pedimos como no una contundentes y originales hamburguesas acompañadas de una limonada con menta y hierba luisa. Aunque el precio del local es un poco elevado para estar en Perú sin duda es el lugar indicado si alguien se muere por comida de tipo occidental (y no quiere ir al Burguer King de la Plaza de Armas.
Cuando terminamos de cenar la verdad es que aún era temprano, y nos fuimos a dar un paseo por la ciudad colonial iluminada, y llegamos a la calle Sta.Catalina Ancha donde está el Museo del Pisco, pero había mucha gente y poco espacio para sentarnos y comentar el día, así que continuamos andando hasta que encontramos otro local (Sara: the organic café) que nos pareció acogedor y entramos a tomar un pisco sour. Ya sabemos que es una bebida que se toma más como aperitivo, pero a nosotros nos daba igual, y ya que en España no es tan sencillo poder tomarlo, habíamos decidido beberlo en Perú siempre que fuera posible.
Con buen sabor de boca nos fuimos caminando hasta el hotel y se que me repito, pero de verdad que la camas eran de esas que a uno no le importaría tener en casa: grandes y cómodas. Así que dormir allí era un verdadero gustazo.
18 de Junio
Primera parte del día igual que siempre: desayuno y en marcha para recorrer la ciudad bajo ese cielo azul tan increible que estábamos teniendo todos los días.
Hoy la ruta empezaba en la Avenida del Sol, en la oficina de turismo donde teníamos que comprar el dichoso Boleto turístico sin el cual no se pueden visitar algunos de lugares de mayor interés de Cusco y del Valle Sagrado. La broma fueron 130 soles por persona, y nos entregaron una lista con lo lugares que se podían visitar. Curiosamente no coincide con lo que aparece en internet y así se lo hice saber, pero realmente mostraron muy poco interés al respecto (hoy, dos meses después, sigue apareciendo mal).
Ya que estábamos allí bajamos a ver uno de lo lugares incluidos en el boleto: el Museo de Arte Popular. Es una sala donde se exponen las obras premiadas cada año en el concurso que da nombre al museo. Preciosos y originales belenes se mezclan con figuras que representan de diferentes maneras la vida tradicional cusqueña. Para variar no se pueden hacer fotos, así que el quiero verlo tendrá que ir.
A poca distancia se encontraba una de las joyas de la ciudad, Qorikancha. Son los restos del templo más rico del Imperio Inca, y allá que fuimos nosotros. Las pulidas piedras de dicho templo son hoy en día la base del convento de Sto. Domingo, junto al cual se encuentra otra iglesia colonial, en cuyo interior me encantaron unos preciosos cuadros de niños vestidos con vaqueros y camisetas representando ángeles.
Después de visitar la iglesia pagamos la entrada (no estaba incluido en el boleto turístico) y accedimos al convento. En su interior encontramos un gran claustro en torno al cual se encuentran los restos del templo inca que en tiempo estuvo cubierto de oro (de hecho Qorikancha quiere decir en qechua “patio dorado”). Se dice que aquí se guardaban increibles tesoros de oro mazico, así como momias a las que sacaban al sol cada día para hacerles ofrendas de comida y bebida. En el centro del claustro se encuentra la antigua fuente octogonal que en su día estuvo recubiertade 55 kilos de oro. Pasamos por diferentes cámaras donde se pueden ver los muros de piedra que encajan de tal modo que en algunos puntos no se distingue donde acaba una y empieza otra. También se puede subir una escalera para ver desde arriba lo que queda del templo inca. En un punto del claustro se ve la salida al exterior donde está el llamativo muro curvo de 6 metros que se ve desde dentro del recinto y desde la calle..
La verdad es que hay que imaginar mucho, pero sin lugar a dudas es una buena muestra del trabajo en piedra de los incas.
Al salir del museo paseamos hasta la Plaza de Armas, pues no habían contado que esa mañana empezaban las procesiones del los santos a la Catedral, desde donde saldrían al día siguiente para la procesión del Corpus. Encontramos una plaza llena de gente en un ambiente totalmente festivo mientras los pasos de las diferentes iglesias iban llegando a la Plaza. Dimos una vuelta y abandonamos la plaza hacia la calle Garcilaso donde teníamos que buscar la agencia donde teníamos reservada la estancia en el lodge de Puerto Maldonado. La encontramos en un patio colonial donde en cada una de las dos plantas había agencias de viajes, tiendas e incluso el Museo del cacao. Una vez pagado vimos que había mucha animación en la calle Garcilaso hacía la plaza San Francisco, y nos acercamos a ver que pasaba. Encontramos la tranquila plaza del día anterior tomada por los puestos de comida y bebida y mucha gente sentada en mesitas o paseando. Ambiente de fiesta 100%.
En la cercana Plaza del Regocijo está una de las mejor conservadas casas de la ciudad, y en la cual residió Garcilaso de la Vega, cronica hispanoinca hijo de un español y una princesa inca. Dicha casa aloja hoy el Museo Histórico de Arte Regional (aquí si valía el boleto turístico). En él se muestran desde flechas del periodo precerámico a vasijas o momias, pasando por objetos de oro y en la planta alta algunos objetos de arte religioso así como la reconstrucción de una habitación de la época en que estas casa estaban habitadas. La verdad es que en museo bastante ecléptico, pero solamente por ver la casa y la distribución, y ya que estaba incluida en el precio, mereció la pena entrar.
El Museo Municipal de Arte Contemporáneo está en la misma plaza y también se incluye la entrada en el boleto, así que fuimos a verlo, pero nos resultó nada motivador ni interesante, tan solo un patio al final cuyas puertas y barandillas estaban pintados del mismo azul intenso que tantos lugares de la ciudad.
Con tanto paseo sin duda nos habíamos ganado una cerveza con buenas vistas, y el lugar ese día sin duda estaba en la Plaza de Armas, donde parecía estar todo el mundo viendo la procesión. Así que subimos a uno de los más concurridos bares de la ciudad, Norton Rats. Como pudimos nos hicimos hueco en su estrecho balcón para tomar una Cusqueña mientras veíamos lo que pasaba abajo. Lo malo era que nos daba el sol directamente en la cara y llegó un momento que lo mejor era dejar hueco a otros para mezclarse con la gente en la plaza.
Un poco agotados de tanto santo y tanto ruido vimos como empezaba a caer la tarde y la plaza se tenía de un precioso tono dorado. Tocaba volver al hotel, descansar un rato para salir abrigados a cenar. Esa noche nos decidimos por Pachapapa, un restaurante en la Plaza de San Blas que ya me había recomendando otra viajera, y también en el hotel. Así que allá que fuimos. A pesar de tener un patio muy agradable, nosotros decidimos cenar bajo techo y cerca de una estufa de leña. De verdad que la temperatura baja tanto que uno puedo pasar realmente frío si no se abriga. El restaurante era muy íntimo, agradable y romántico, con velas en las mesas. Probamos chicharrones y lomo saltado, de nuevo con limonada. Después un paseito por el barrio… ¡¡y a la cama!!
19 de junio
Hoy tenemos un plan interesante: nos vamos “de ruinas incas”. Madrugamos para luego bajar hasta la estación de los combis que van Pisaq. A esa hora hay poca gente en la calle y también pocos viajeros. Compramos nuestro billete por ….. soles y esperamos a que nos digan que podemos subir a ese mini bus de aspecto destartalado. Cuando lo hacen tenemos los asientos asignados en la segunda fila…¡¡¡y no me entran las piernas!!! Menos mal que el trayecto es corto, pues tan solo vamos hasta ….. Pero durante el camino no para de subir gente al combi, y lo curioso es que nadie paga (¿existirá un abono transporte como en Madrid?). Avanzamos montaña arriba y al abandonar Cusco el paisaje es increiblemente bello y verde. Se hacen paradas y veo que a los viajeros se les cobra al bajar y al que lleva billete se lo marcan. Todo aclarado.
En poco más de media hora llegamos a nuestro destino y nos hacemos hueco para bajar del bus. Estamos en el primer punto de la ruta de 8 kilómetros que nos llevará de regreso a Cusco.
Después de recorrer todos los lugares de interés en esa ruta de 8 kilómetros y disfrutar de las vistas de la ciudad desde Sacsauhyamán bajamos andando hacia la Plaza de Armas por la cuestas de San Blas. Arturo iba pensando en tomar una cerveza en el bar del día anterior, pero oooohhhh, desilusión, estaba cerrado. Así que seguimos bajando y nos encontramos con un montón de gente en los alrededores del Museo Inca. La fiesta había llegado hasta allí, y había puestos de anticuchos, de cervezas, gente sentada comiendo y bebiendo. Costaba avanzar y a mi se me antojó tomar uno de esos pinchos, así que por 3 soles los compramos y nos los comimos de camino a la Plaza donde desde por la mañana estaba animada con la procesión del día del Corpus. Nosotros la verdad es que no notamos mucha diferencia con la del día anterior, los santos y Vírgenes eran los mismos, pero ahora viendo las fotos creo que le habían cambiado el traje y llevaban otros mucho más vistosos y trabajados que el día anterior. La plaza estaba llena de gente que iba y venía entre el paso de una banda de música y su correspondiente Santo y el siguiente. Como ya teníamos sensación de haber visto todo, nos fuimos cuesta arriba hacia el hotel para descansar en el bonito jardín trasero con una cerveza de las que teníamos en el mini bar y que podíamos consumir de forma gratuita.
Ya era de noche, y cómo no, hacía frío, cuando salimos a cenar. Pensamos volver a Sta. Catalina Ancha donde habíamos visto bastantes sitios para cenar, pero en algún momento nos despistamos y cuando nos dimos cuenta estábamos en la calle Ruinas, que aunque es continuación de la otra a nosotros nos sonó a “nos hemos equivocado”. Vimos un par de locales y nos decantamos por Don Carlos que tenía fuera un menú con buena pinta y precio aceptable, pero que luego no estuvo a la altura. Lo primero nos dijeron que no había menú, pero cuando dijimos “nos vamos” de repente ya si había ese menú. Pero lo que cenamos nos dejó indiferentes, una pena para ser la última cena antes de regresar del Valle Sagrado.
20 de junio
Habíamos quedado a las 8 de la mañana con Hugo, el conductor que nos llevaría por el norte del Valle Sagrado hasta Ollantaytambo, y que dos días después vendría a buscarnos para regresar a Cusco. Puntualmente estaba en la puerta del hotel, que como seguía en la misma calle estrecha a la que era complicado acceder, pues dejó el coche en la Pza. de San Blas y hasta allí nos tocó ir con el equipaje.
Abandonamos Cusco por el mismo camino que había llevado el bus el día anterior, pero este día nuestro destino era Pisaq.
22 de junio
Ya bien entrada la noche llegamos de nuevo a Cusco y Hugo nos dejó en nuestro hotel, otro Tierra Viva pero esta vez en la zona cercana al Mercado de San Pedro. No tardamos en hacer el check-in y estar alojados en una amplia habitación. Y en poco tiempo salimos dispuestos a cenar y esta vez a un sitio que fue el primer restaurante en que el que cenamos el Cusco: Los Toldos. Arturo repitió cuarto de pollo asado, pero yo me pedí un cordon bleu con patatas que fui incapaz de acabar de lo grande que era.
Al terminar la cena dimos un pequeño paseo hasta la Plaza de Armas que estaba preciosa toda iluminada y así despedirnos de la bonita ciudad colonial.
23 de junio
Hoy podemos levantarnos con cierta tranquilidad. Nuestro vuelo salía de Cusco a las 11:45, por lo que nos dimos el capricho de desayunar con calma y probar todo lo que había en el buffet. Una vez cerrada la maleta bajamos a hacer el check out y avisar un taxi, pero ese día era de nuevo fiesta en el centro de Cusco y el tráfico estaba siendo complicado, de modo que salimos del hotel para parar al primer taxi que pasara y que además nos cobró menos que el que habían avisado en el hotel. En media hora estábamos entrando en el aeropuerto cusqueño para abandonar la ciudad colonial rumbo a la selva amazónica.
1 comentarios
Hola, me gusto mucho leer su post que bueno que le haya gustado Cusco, pues sí como estuvo en mes de Junio en Cusco todo es Fiesta, primero corpus cristi y luego continua el Inty Raymi.